Un buen día me encontré en el cuarto de triques un viejo abanico, me pregunté: ¿Quién pudo dejarlo ahí en el abandono, sin siquiera saber si funcionaba? Entonces lo saqué de su retiro, lo sacudí y lo llevé a reparar, y hoy sigue refrescándome después de 8 años de haber sido injustamente abandonado.

Hace 20 años, el día de mi cumpleaños, mi esposa me regaló un hermoso reloj, mismo, que en dos ocasiones requirió una visita al relojero, por cosas menores como limpieza y ajustar el broche, y hoy sigue prendido a mi muñeca dándome con precisión la hora.

He podido rescatar tantas cosas en la vida que parecían viejas e inservibles, porque una vez que fueron mías, estuve siempre dispuesto a cuidarlas y a no dejar de sentir por ellas la buena intensión y el amor con que se me obsequiaron.

Durante ese hermoso proceso de cuidado y afecto, recibí algunos calificativos personales, que sin duda, reflejaban los aspectos que el tiempo ejerce sobre todo cuanto existe en la tierra; entre otras cosas mencionaron que era anticuado y tacaño, que debería modernizarme, que me diera el gusto de tener cosas nuevas, que para eso trabajaba, que la vida es corta; aunque nunca consideré esos adjetivos como ofensas, siempre me daban la oportunidad de reflexionar y llegaba a la conclusión de que mi empeño por conservar lo que me obsequiaban con amor, no deberían de tener fecha de caducidad; concluí también, que sólo el que ama puede dar el verdadero valor a la existencia y que si Dios mismo, nos regalaba el don de la vida, deberíamos cuidar de ella, porque la habíamos recibido amorosamente de nuestro Padre celestial, y que la vida misma no tiene fecha de caducidad porque nuestro Señor Jesucristo nos recuerda constantemente que si hacemos su voluntad tendremos vida eterna.

He guardado amorosamente para mí, todo aquello que la vida me ha obsequiado, he guardado en mi corazón, la ternura y el amor que me ha prodigado mi madre durante tantos años, el amor y la estima de mis hermanos.

El amor de mi amada esposa y mis hijos y mis nietos, el amor que me han obsequiado mis amigos, mis pacientes y la gente que no conozco y dicen conocerme, todo ese amor lo llevo conmigo y lo llevaré eternamente.

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