Hay espacios en los que el estrés no solamente se percibe en las personas, sino que se puede sentir en el mismo entorno, seguramente algunos de ellos son los hospitales, los centros de salud, los consultorios médicos privados, los centros comerciales que concentran un gran número de consumidores, y ahora, algunas de las escuelas que ya regresaron al sistema de clases presenciales; resulta obvio preguntar el motivo, y más cuando la incidencia de casos nuevos de Covid-19 no baja y no se puede presumir de estar en semáforo verde.

Tanto el personal de salud, como los pacientes, los trabajadores de las tiendas de autoservicio, los padres de familia, los maestros y los alumnos, siguen sintiendo la presión estresante de la exposición al contagio; y por otro lado, experimentan cambios importantes en su estado de salud mental, sobre todo,en lo concerniente al trastorno de ansiedad y depresión, lo que vulnera aún más la efectividad del sistema inmunológico y predispone a las personas a padecer cuadros más severos de la enfermedad.

Al inicio del año 2020, comentaba en un artículo de esta columna, que amén de las oleadas de morbimortalidad que experimentaríamos directamente relacionadas con el Covid-19, enfrentaríamos una “Segunda pandemia” relacionada con la salud mental de la población global, y que incluso, ésta podría ser aún más letal que la Pandemia de Covid-19, si no se tomaban cartas en el asunto; los gobiernos han respondido, aunque un poco tarde, pero las medidas de sostén parecen no ser muy constantes y efectivas en algunos países, incluyendo el nuestro, de ahí que sigan aumentando los casos de ansiedad y depresión.

Estoy percibiendo en México, un país ansioso y deprimido, donde las pocas buenas noticias que recibimos, suelen evaporarse en el entorno a una velocidad que no permite incentivar un estado anímico fuerte y sostenido que pueda ayudar a nuestro sistema inmunológico a trabajar con la eficiencia requerida; pero si existieran otras alternativas que pudieran ser una solución viable y confiable para recuperar nuestras esperanzas de salir bien librados de estos males, sería el poder trabajar todos para cargar nuestro medio ambiente de una energía altamente positiva, para contagiarnos de ella, abandonado el pesimismo y la desesperanza, sobre todo, el temor que se ha arraigado profundamente en nuestro ser.

Hace unos días, les proponía a las psicólogas de la unidad médica donde trabajo, que estructuráramos una estrategia para motivar al personal de salud, que además de estar sumamente cansado, está seriamente afectado de un estado de ánimo deprimido y ansioso; hasta ahorita, mis palabras siguen chocando con las paredes. Una consigna resuena en mi mente: Todos necesitamos de todos para salir adelante.
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