Vivir en la inconciencia no es vivir, vivir, es tener la capacidad de disfrutar cada segundo de lo que consideramos tiempo, es poder tener conciencia de lo que somos, del poder que tenemos para lograr todos lo bueno que nos proponemos, incluso, tener conciencia de que tenemos un lado oscuro que emergerá de la inconciencia cada vez que vulneremos nuestro poder de ser felices.

Algunos vivimos en la creencia de que es la vida la que condiciona nuestro propio sentir de la misma, pero la verdad, es que nosotros somos los que distorsionamos los elementos que normalmente están a nuestro favor para allegarnos felicidad, y nos complicamos la existencia.

El concepto anterior lo repetía frecuentemente en las reuniones del grupo de ayuda mutua, integrado por pacientes principalmente afectados por enfermedades cronicodegenerativas; en los primeros intentos de que asimilaran el mensaje, encontré siempre mucha resistencia para que los pacientes aceptaran, que independientemente de otros factores condicionantes de enfermedad, el hecho de no amarse a sí mismos, tenía una importancia relevante, sobre todo, en la capacidad que tiene nuestro cuerpo para revertir cualquier efecto nocivo proveniente del exterior; porque es de considerar que no fuimos creados de la nada, sino de una esencia que va más allá del entendimiento humano, y por ende, con un poder para sanarnos a nosotros mismos, siempre y cuando, mantengamos en óptimas condiciones nuestro vital equilibrio interno y una armonía con nuestro entorno.

Muchos se han preocupado los líderes mundiales en mantener un desarrollo que se traduzca como bienestar para los ciudadanos, más poca importancia suele dársele, a potenciar nuestro poder de ser autosustentables y por consecuencia, generar nuestro propio bienestar para mantener intacta nuestra esencia y con ello vivir en la conciencia de que hemos venido al mundo a ser felices.

Quienes se ocupan y preocupan por tener control sobre la voluntad de los pueblos, por lo general, terminan condenando a los mismos a sufrir con la idea de que solos jamás podrán llegar a obtener la felicidad que pretenden, de hecho, han distorsionado por siglos la idea de cómo se obtiene la felicidad, al ofrecer al mundo un sinnúmero de productos que los vuelven adictos a los mismos y al consumismo ilimitado.

Generaciones nacen y mueren sin haberse percatado que el poder para ser felices reside en nosotros mismos; han sido engañados todo el tiempo, distrayendo su atención para que no desarrollen su potencial a plenitud; sólo aquellos que han logrado librarse del engaño, han logrado avanzar en el conocimiento de su origen.

Se me ha dotado de un espíritu totipotencial, y esa energía, jamás podrá sujetarse a las leyes terrenas, que privan de la libertad para allegarse la felicidad.

Para ser felices, empecemos por creer en nosotros mismos, empecemos a tener conciencia de lo que realmente tiene valor en la vida; somos herederos de una fuerza capaz de crear la felicidad propia y contribuir para que otros desarrollen su poder y encuentren esa fuerza, somos poseedores del amor.

“Entretanto un nuevo mandamiento os doy, y es: Que os améis unos a otros; y del modo que yo os he amado a vosotros, así también os amareis recíprocamente” (Jn 13:34).

 

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