Pocas personas demuestran capacidad para reconocer que de entre las mejores oportunidades que se han tenido en el mundo, está la de encontrarse y contar con seres que iluminan sus vidas; y es que resulta que de tanta cercanía, este hecho maravilloso termina por volverse rutina y como tal se extravía en el espacio.
Esta barrera psicológica ocurre frecuentemente, puede darse dentro de la familia, en la figura del padre, de la madre, de los hijos, de los nietos. Puede establecerse en el trabajo, en los grupos religiosos, políticos, en fin, en donde se establezcan las relaciones humanas.
Lo más lamentable, decía, es no reconocer esta relación; aunque algunos dirán que sí se percatan de la diferencia, pero, que al no estar acostumbrados a un trato más que digno o sincero, prefieren mejor disimular, ya que les atemoriza el que pueda degenerar en otra situación que complique su existencia.
Por otro lado, es común que los seres humanos nos acostumbremos a un maltrato cotidiano, lo asimilamos como normal y con ello viene aparejado el hecho de armarnos con una serie de mecanismos de defensa para que nos protejan de lo que estimamos aún más doloroso que el desamor; pero ¿qué podría ser más doloroso que el no ser amados?, algunas personas lo sitúan en el hecho de ser rechazadas, por ello prefieren ser lastimadas todo el tiempo, ante el temor de ser abandonadas por lo que suponen es una “buena relación” con la persona idealizada que no la ideal.
Cuando el dolor llega a hacerse consciente y nos percatamos que la actitud de los otros nos lastima más allá de nuestro orgullo, cuando terminan las palabras y se instala el terrible silencio que corroe los endebles lazos de unidad de una relación, nos situamos precisamente en medio del todo o de la nada, podríamos seguir arrastrando nuestra dignidad y seguir siendo heridos o podríamos negarnos y reconstruir nuestra estima para crearnos un mejor entorno, y con ello, establecer nuevas y mejores relaciones, o podríamos también reconocer entre todas esta confusión a los seres de luz que han estado siempre cerca de nosotros y hemos ignorado por aferrarnos a la idea de que podríamos “cambiar” a aquellas personas que por su naturaleza pareciera que han venido al mundo para hacernos pagar alguna culpa que jamás logramos reconocer como nuestra.
Dale oportunidad a tu inteligencia de analizar aquello que siempre te ha parecido normal y que por ello, no ha merecido ser sometido a tu escrutinio, pero no dejes de amar, porque con ello, podrás disculpar todo el daño que te ha prodigado tu cerrazón.
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