Carta en la distancia.
Desde donde estoy pienso en ti, que no es ni lejos, ni cerca, porque tú sabes que no he ido a ninguna parte; desde donde estoy te observo, no importa la distancia, porque yo sé que sientes que estoy siempre contigo, aunque en estos momentos, de aparente ausencia, no deseada, no puedas ver mi presencia física. Y aunque me digan otras voces que estas desesperada, yo sé que estas tranquila, porque sabes que cualquier cosa que pudiera inquietarte, tu corazón bendito lo sabría. Mas quiero decirte, que el que no puede encontrar la paz, soy yo, porque no he podido estar contigo como yo quisiera, para tomarte de la mano, para ver tus preciosos ojos, para besarte y hablarte al oído y decirte lo mucho que te amo, y tal vez al escucharme y al tocarme, pudieras como yo, sentir el gozo de saber que siempre estaré contigo. Sí, ya lo sé, la distancia y el tiempo son tremendamente desesperantes, despierta en ambos la ansiedad momentánea de sabernos tan lejanos, pero tú mejor que nadie, sabes que yo estoy en tu corazón y tu estás en el mío, y es ahí, donde ni el tiempo ni la distancia tienen validez o fuerza suficiente, para hacernos creer que podemos olvidarnos.
Hoy te quiero contar, que aunque mi cruz no es tan pesada como la tuya, lo es suficiente como para hacerme caer por la tristeza de no verte, mas, el sólo hecho de pensar en ti, hace que mi fuerza se duplique, y en silencio, en mi mente repito la palabra bendita que me mantiene vivo y siempre de pie.
A nadie tengo que convencer de lo mucho que te amo, tú me conoces mejor que nadie, mi alma sigue siendo transparente y siempre te ha dejado ver mis verdaderos sentimientos, y aunque no puedas decírmelo con palabras como tú quisieras, me basta sólo una mirada de tus bellos ojos, para que mi corazón escuche decir al tuyo: ¡Te amo! Mientras el bendito corazón tuyo escucha al mío decirte: ¡Más te amo yo, madre!
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