Lunes de Reflexión
Salomón Beltrán Caballero

El tiempo transcurre entre discretas o severas crisis de ansiedad y depresión, y cuando en ocasiones parece que vamos mejorando en lo relacionado al manejo de la pandemia de Covid-19, de pronto volvemos al punto cero; por un lado, las estadísticas son intimidantes, el sólo pensar en el número de contagiados, de activos, de hospitalizados, de intubados, de camas disponibles y de defunciones, nos pone a temblar, y en la búsqueda de respuestas nos imaginamos estar experimentando un estado como el de los perros que persiguen su cola.

De alguna forma u otra, estamos buscando culparnos todos de la persistencia y falta de control de la pandemia, y en ese reglón entrarían: la falta de aplicación de pruebas con suficiencia, la falta insumos de protección para el personal de salud, la ignorancia de una parte de la comunidad que aún piensa que no existe el virus; el mal manejo de la pandemia por las autoridades sanitarias, la falta de coordinación entre los organismos nacionales e internacionales, el supuesto complot generado por el conflicto de intereses, económicos y políticos, en fin, sobran motivos para tratar de encontrar una explicación que nos deje satisfechos, pero no conformes, de todo lo que estamos pasando al no poder contener la pandemia en nuestro país.

Seguramente hay situaciones que no pasan desapercibidas para la mayoría de la sociedad, y esto es el hecho de tener un país dividido, división que ya no puede justificarse como un elemento fundamental de toda democracia; en lo personal, no creo que los mexicanos con conciencia nacionalista, aprueben esta división, porque más que demostrar un interés verídico en buscar soluciones para lograr el bienestar integral de la nación, evidencia claramente la pugna entre dos fracciones o grupos, que buscan, uno, mantenerse en el poder, y otro, recuperarlo; de hecho, podría pensarse que el motivo va más allá de la imposición de ideologías para sustentar teorías políticas de bienestar y paz social.

Lo que el país necesita en estos momentos, es la unidad nacional para combatir un enemigo común que le está haciendo mucho daño en razón de la salud pública y la economía.

Veo un pueblo confundido, temerosos por la incertidumbre que pesa sobre su salud, sobre la economía doméstica, sobre la paz social; veo la falta de liderazgos genuinos que renuncien a sus ambiciones personales, que dediquen por entero su potencial político y administrativo en generar bienestar, sin tener que marcar más las diferencias entre los que menos tienen y los que tienen más, que busquen la equidad con respeto a los derechos de unos y otros, sin generar enconos y odio que se traducen en violencia.

Veo un pueblo necesitado de realidades sólidas, que edifiquen las bases de un crecimiento sustentable y digno, cansado de ser espectador, de ser manipulado y utilizado para fines muy distantes a sus anhelos sociales.

Veo un pueblo que requerirá reeducarse en una cultura del esfuerzo conjunto, honesto, generador de justicia y paz por derecho, apegado a valores positivos.

Veo un pueblo con mucho potencial para salir adelante, capaz de volver a confiar en quienes demuestren con hechos, que son los verdaderos servidores públicos comprometidos con la ética y la moral.

El México que todos anhelamos es el que no olvidando su pasado, puede mejorar su presente con un esfuerzo solidario, forjando un futuro saludable, equitativo, con verdadera justicia y paz.
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