Y cuando parece que todo termina, en realidad todo inicia; y si en el trayecto de un año, no logramos tener plena conciencia de todo aquello que pensamos y hacemos, difícilmente podríamos tener una vida nueva.
Y si en verdad te esforzaste por ser una mejor persona durante este año que está por finiquitar, pero encontraste muchos obstáculos en el camino, y cuando caíste, pocos detuvieron su marcha para ayudarte a levantar.
Y si de tanto decir lo que te estaba ocurriendo, y nadie tenía tiempo para escucharte, y los pocos que se dijeron amigos te escucharon a medias, pero no lograron con ello consolarte.
Y si sentiste que el camino era más largo de lo que esperabas, y más de una vez caíste rendido, pero seguías adelante porque algo superior a tus fuerzas te pedía no perdieras la esperanza.
Y si el año en realidad dejó de tener doce meses, y los meses dejaron de tener cuatro semanas, y las semanas dejaron de tener siete días, y los días dejaron de tener veinticuatro horas, y los minutos escasearon y lo segundos desaparecieron.
Y si la luz del día tardaba en salir y se apresuraba en despedirse, mientras la noche parecía interminable y los sueños eran tantos que podía escribir un libro.
Y si el Espíritu estuvo contigo desde el principio, mientras tú sólo te preocupabas por el tiempo, mientras la vida te seguía dando oportunidades para que tuvieras fe en ti mismo, y mientras el Padre amoroso buscaba con afán recuperar a la oveja perdida de su rebaño.
El fin es el principio, Dios te da las oportunidades que necesites para encontrar el camino, la verdad y la vida.
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