Me preguntaron un día si recordaba algunos de los lugares donde ocurrieron situaciones especialmente significativas en mi vida, mi respuesta fue afirmativa, me pidieron enumerara estos sitios y detallara el evento; entonces les dije que necesitaría tiempo y espacio  para narrar lo que me pedían, pero para complacerlos sólo comentaré algunos de ellos:

El Cine: Faltando pocas horas para nacer (8 de octubre de 1953), mis padres se encontraban en una sala de cine en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, viendo el estreno de la película norteamericana Lili, protagonizada por Leslie Caron y Mel Ferrer,  la banda sonora de la misma es Hi-Lili-Hi-Lo; mi madre me la canto algunas ocasiones después de nacer, durante mi infancia y aún a sus 86 años de pronto recuerda ese momento mágico y entona la canción.

Detrás de la ventana: Cuando niño, después de pasar los fines de  semana en San Francisco, Santiago N.L. en la casa de mis abuelos maternos Virgilio Caballero e Isabel Saldivar, al llegar  el día de nuestra partida, siempre salían al frente de la casa a despedirnos mi abuelo y la tía Chonita, pero mi abuela Isabel nunca se encontraba con ellos, lo que me llenaba de curiosidad , hasta que un día descubrí el secreto, ella se encontraba oculta detrás de una ventana del área destinada a la carnicería, asomándose discretamente por el postigo de madera, bañada en llanto; tiempo después, cuando nos empezaron dar permiso de quedarnos en vacaciones de verano y mis padres se marchaban, ocupé el lugar de mi abuela detrás de la ventana.

A la vuelta de la esquina.- Cuando tenía 15 años llegué a nuestra amada ciudad Victoria, procedente de Monterrey N.L., ubicando nuestro primer domicilio en el 19 y 20 Zaragoza,  un hermoso y habitado barrio donde reinaba la buena vecindad, abundaban las personas jóvenes y  sobresalían las tradiciones; llegué con una maleta llena de incertidumbre y un corazón doliente necesitado de amor, y un buen día  al ir caminando por la calle 19, al voltear hacia la calle Zaragoza, pude ver, a  través de la mirada de los ojos más hermosos que jamás había visto, el amor eterno que Dios tenía reservado para mí.

En la soledad de mi cuarto de estudio.- Iniciaba mis estudios universitarios y me encontraba solo, estudiando como todas las tardes, en la habitación de aquella vetusta casa de Tampico que habíamos rentado varios compañeros, mi escritorio estaba situado frente a una ventana, cuya vista asomaba a una escalera, que al subirla, daba primeramente, a una habitación prefabricada con madera, y mantenía  independiente a su inquilino, de la casa principal; frecuentemente veía pasar a una persona, que silenciosamente subía la escalera y se introducía a dicha habitación para no salir el resto del día, en una ocasión, el misterioso personaje se detuvo a media escalera y me dijo: _ Te gustaría tomar un café conmigo. A pesar de no conocerlo, me inspiró confianza y de inmediato acepté, platicamos largamente sobre asuntos relacionados con el estudio, notando él,  que yo tenía dificultad para estudiar por carecer de un buen método y amablemente se ofreció a darme asesoría, aquel bendito día, supe lo que era tener un verdadero amigo, y con el tiempo se convirtió en un verdadero hermano, mi  amigo, mi hermano Antonio Ángel Beltrán Castro.

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