Muchos factores explican el fracaso de EE. UU., para contener la pandemia, buen número obedece a Trump. Democracias con líderes capaces, Alemania y Canadá, luchan por contener el virus, por lo que señalar mentiras e incompetencia de Trump no es suficiente. El reto es que detener la propagación del virus requiere anular nuestra intuición básica, sesgos cognitivos que dificultan evitar acciones que nos ponen en gran peligro colectivo. Además, surge con fuerza una mutación del virus que se propaga con rapidez por Europa
Todos aprendemos habilidades; nadar, andar en bicicleta, cocinar, pues dan mucha retroalimentación sobre lo que se hace bien o mal. Si pone demasiada sal, tendrá mal sabor. La próxima vez, sabe qué errores evitar. Algunas actividades, incluso de peligro, dan retroalimentación negativa. Bajo prisa, se cruza la calle en semáforo en rojo. Comprendo intelectualmente que es estúpido, pero no hay evidencia. Cada vez que se cruza en rojo, hay señal de que es seguro: después de todo, nunca (todavía) me ha atropellado un automóvil, sigo cruzando en rojo.
La exposición a COVID-19 funciona igual. Cada vez que hace un acto de riesgo, reunirse con amigos en el interior, el mundo envía la señal de que tomó la decisión correcta, tan incorrecto como pensar que cruzar imprudentemente es seguro porque aún no ha sido atropellado. Lleva a pensar que el comportamiento justificable individual lo es a colectivo, y viceversa. Si comer golosina azucarada de vez en cuando está bien para mí, está bien para todos y fumar en el interior es malo para mí, es malo para todos. La dinámica del contagio en pandemia no funciona así. Si el número de casos en su ciudad es bajo, invitar a 5 amigos a una cena en el interior no representa riesgo inaceptablemente alto, si todos sean jóvenes y nadie tiene enfermedad preexistente, el riesgo directo para su salud es pequeño.
Pero si todas las personas que no tienen un riesgo especialmente alto celebran cenas similares, un porcentaje de estos eventos provocará infecciones. Y debido a que cada persona recién infectada transmite el virus en promedio a 3 personas, la decisión de celebrar la cena conduce a aumento significativo de casos. Si vas a una cena, probablemente te irá bien, pero si todos van, el virus se propagará con rapidez y la posibilidad de contraer COVID-19 aumenta vertiginosamente.
Muchos de los peligros que enfrentamos en la vida son fáciles de detectar y hemos desarrollado instintos biológicos y convenciones sociales para evitarlos. Los objetos calientes se identifican. El cuerpo dice que se mantenga lejos. Nuestras normas sociales disuaden de jugar con fuego. Todo trabaja para estar a salvo. Cuando enfrentamos un peligro desacostumbrado, un nuevo virus en el aire, no podemos confiar en ninguno de estos mecanismos de protección.
El virus es invisible, difícil de detectar o anticipar. No le vemos flotando en el aire al conversar con la persona infectada ni anticipar la tos de alguien que pasa. Ni nuestro instinto biológico ni convenciones sociales nos alejan del peligro. Es simple, un conocido tiende la mano, sé que no debo tomarla, pero en fracción de segundo hay que tomar la decisión, es difícil hallar palabras o movimiento correcto para estar a salvo. Lo viable es que casi se le estreche la mano, sucumbió a un instinto social perfeccionado durante años.
A difundir el peligro de socializar en interior para evitar la retroalimentación engañosa que recibe si hay amigos. La no aprobación social ayuda. La mayoría de las personas no tira basura porque teme el juicio de sus vecinos. Invitar a alguien a cenar en medio de la oleada de pandemia puede provocar disgusto similar. Las convenciones sociales cambian. Es más probable que los jóvenes estornuden en los codos que los mayores. Son más hábiles para negarse amablemente a estrechar la mano extendida. Estas adaptaciones son lentas e imperfectas, la lógica del contagio y el crecimiento exponencial es rápida y despiadada. Aquellos de minimizan el número que morirá antes de que llegue la vacuna deben asumir la responsabilidad de sus acciones.
Lucha contra Covid-19. ¿Por qué se fracasa?
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