La Palabra de Dios escrita en la Biblia que se proclama en la misa dominical, para el creyente que participa en ella, es luz, enseñanza, criterio de vida, alimento.

La Palabra de este domingo en la primera lectura tomada del libro del Profeta Isaías, 35, 4 – 7, el profeta anuncia con fuerza: “Esto dice el Señor: digan a los de corazón apocado: ¡Ánimo! No teman. He aquí que su Dios, vengador y justiciero, viene ya para salvarlos” Las palabras del profeta se dirigen, primero, a los que sufren, los que tienen miedo y los de corazón acobardado; después se dirigen a otro sector de la población: los sordos y los ciegos. Esos “sordos” y “ciegos” son aquellos que no ven la realidad ni escuchan la voz del Señor, para ellos también alcanzar la promesa: “Se iluminarán los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos se abrirán”. Este anuncio cumple una doble misión en el pueblo: “la liberación de unos y la conversión de otros.

El texto del Evangelio, Mc 7, 31 – 37, resalta las promesas de Yahveh por medio de la acción mesiánica de Jesús. La novedad del Evangelio continúa en territorio extranjero, esta vez en la Decápolis. El sordomudo simboliza la actitud cerrada del mundo pagano frente al proyecto de Dios: sordo para escucharlo y tartamudo para proclamarlo. La sanación del sordomudo ratifica la actitud de los paganos que poco a poco abren sus oídos a la Palabra de Dios.

No hablar ni oír es lo mismo que vivir encerrado en sí mismo; por eso, Jesús, “mirando al cielo, suspiró y dijo: ¡Effeta!”. Abrir, liberar, romper ataduras, escuchar con claridad, hablar sin miedo dar paso a la vida: “saltará como un venado el cojo y la lengua del mudo cantará. Brotarán aguas en el desierto. El páramo se convertirá en estanque y la tierra seca en manantial”.

La carta del apóstol Santiago, 2, 1 -5, utilizando la analogía de un banquete (el Reino de Dios es como un banquete) al que están convidados ricos y pobres, invita a recordar cuáles son los criterios del Evangelio de frente a las injusticias y ver la realidad desde la fe: “Puesto que ustedes tienen fe en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no tengan favoritismos”.

Se puede orar con palabras de la oración de la misa: “Señor Dios, de quien nos viene la redención y a quien debemos la filiación adoptiva, protege con bondad a los hijos que tanto amas, para que todos los que creemos en Cristo obtengamos la verdadera libertad y la herencia eterna”.
Que el buen Padre Dios les conceda la paz y el amor.