Hay quien critica y quien aplaude las actitudes del pueblo de Estados Unidos de América en el sentido de que algunos de ellos acuden a las tiendas de autoservicio cargados de cupones: pedazos de papel con descuentos por una y mil razones, que de alguna manera nos ayudan en la economía.

En México somos reacios a estas costumbres por una absurda pena al qué dirán los demás cuando vean que estamos peleando un descuento del 3 por ciento o de 8 o 10 pesos, y no nos ponemos a pensar que, uno a uno, estos pequeños descuentos tienen un importante impacto en la economía personal y/o familiar.

En México, el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores –INAPAM- es una de las instancias que tenemos para apoyar a nuestra gente, ese grupo poblacional que nos ha dado tanto a través de décadas y del que, injustamente, hemos relegado a grado tal de tenerlos como oestorbos.

INAPAM ofrece a personas mayores de 60 años descuento en boletos de autobús, avión, en algunos casos, y diversos servicios que, a veces no se ocupan porque son un poco –o mucho- superfluos.

Si fuéramos representantes populares –diputados parece que les llaman- podríamos proponer un real y auténtico descuento que realmente sirva a nuestros amados viejitos.

Mire usted: si tiene gente mayor en casa o cerca, cheque que gracias a los múltiples avances, tienen tratamientos que les permiten disfrutar de un estado físico aceptable, aunque no óptimo. El mismo es resultado de tratamientos de muchos años y medicamentos, desgraciadamente, algunos que no están en el llamado “cuadro básico” que está más obsoleto que los autos de vapor.

La propuesta que nosotros encabezaríamos o secundaríamos sería en el sentido de otorgar descuentos a la gente mayor en sus medicamentos.

¿Imagina usted el impacto positivo que tendría en la sociedad en general, en todo nivel?

No sería una acción demagógica ni política, sino práctica y útil, porque todo adulto mayor tiene necesidades de tratamientos fuera de cuadro básico, o con necesidades que van más allá de las instituciones. Ellos compran sus medicamentos.

Uno de los casos de familia lo tenemos, donde dos personas –sí, dos- gastan más de 6 mil pesos mensuales en medicinas que no les otorgan en el Seguro Social. Y hay que imaginar el impacto en el bolsillo que tienen.

Entonces, podríamos gestionar que, más que programas en los que les regalan una playera con frases bonitas, o unos tenis que sacan ampollas a la tercera puesta, que les den, solo eso, que les den descuentos en medicinas.

Créalo: el beneficio sería de los más importantes en una nación de más de 110 millones de habitantes que se sigue haciendo cada vez más vieja.

Inapam debe considerar verdaderos apoyos y dejar de ser credencial para propaganda política.

Medicinas, estudios de laboratorio y acceso a instituciones de rehabilitación deberían estar incluidos en la cadena de descuentos, y promover el uso de esta crutiques edencial.

Hay descuentos en tiendas de autoservicio, restaurantes, boutiques, museos, centros de diversión y muchos más; les descuentan el impuesto predial y otros cargos tributarios, pero sinceramente, lo más significativo será ayudarles a que tengan tratamientos adecuados, completos, que les permitan tener mayor calidad de vida y no sean la carga que suponen muchos que son, gracias a la absurda respuesta de la ciudadanía en general y las autoridades.

Ellos, los viejos, nuestros viejos, no son esa pesada y mala carga: son un privilegio de la vida cuando los tenemos. Aprovechémoslos al máximo y pugnemos porque el sistema al que han servido por años sea justo con ellos.

Que bien lo merecen.

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