“Y todo el mundo procuraba tocarle; porque salía de él una virtud que daba la salud a todos” (Lc 6:19).

Cuán lejos estamos de poder sanar a nuestro prójimo, pobre es nuestra ciencia y más pobre aún es nuestra voluntad, algunos se resisten a ejercer su sabiduría porque en ello también se les va la energía; otros, buscan sólo poner un precio a la salud para satisfacer sus necesidades mayores. Y entonces les pregunto ¿Dónde quedó la vocación?

Muchos buscan poner sus propias reglas a la práctica médica; hablan de su vasta experiencia, de su alta capacidad científica para resolver problemas, más en el camino, se extravían y pierden virtudes como la humildad.

Muchos piensas que poco se puede ofrecer ya al prójimo en desgracia, al abatido por una enfermedad; algunos aseguran, que es más valioso privilegiar a la juventud que a los adultos mayores, porque los primeros son productivos y lo segundos han dejado de producir, por eso abandonan a su suerte al viejo, restándole importancia a sus padecimientos, dejando que el mismo tiempo decida su vida.

Todo parece tan confuso, todo parce querer regresar a las tinieblas, pero entre la bruma, el espíritu de Dios se abre camino y su poder sanador ilumina a quienes habrán de seguir las enseñanzas de nuestro Salvador y recibirán del Espíritu Santo los siete dones.

“Tan cierto es que muchos son los llamados y pocos los elegidos” (Mt 22:14)

Dios bendiga a nuestra familia, la ponga a buen resguardo, que rebose de salud su vida y que con la gracia recibida haga florecer en su corazón el amor por el prójimo.

Dios bendiga e ilumine el corazón de los que se asomaron a conocer la ciencia médica y practiquen con amor la gracia recibida.

Dios bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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