Cómo no recordar aquel inolvidable mensaje de Martin Luther King cuando habla de un sueño para la patria que le vio nacer esclavo y marginado, y que le hizo despertar en una lucha contra la marginación y la lucha de clases que denigró –y lo sigue haciendo- a la raza afroamericana, a los que siempre se les tachó de “negros”, de “basura”, de “simios” y otros calificativos peores.

Cómo no recordar también el discurso de Luis Donaldo Colossio Murrieta sobre el sueño que tenía de un México justo.

O el discurso y filosofía de Manuel J. Clouthier sobre un gobierno adecuado, sin corruptelas y con un enorme compromiso para con sus gobernados.

Cómo no pensar en la filosofía que llevó al Ché Guevara y a Fidel Castro a la Revolución Cubana en un principio, antes de que los postulados y objetivos se desviaran.

Y así, podemos mencionar muchos más, pero lo que nos preocupa a los tamaulipecos hoy en día es lo que sucede en nuestras calles en el “aquí y ahora” que nos ocupa y nos hace sentir, para bien o para mal, lo que estamos viviendo y padeciendo… o gozando.

Y en ese sentido, hemos escuchado muchos discursos con tales promesas que ya no queremos creer lo que nos dicen.

Nos prometen que no habrá más corrupción, y terminan un sexenio ahogándose en cuentas y recursos económicos emanados de nuestras arcas, las del pueblo, las que administraron.

Nos dicen que trabajarán por nosotros, y no podemos verles porque pareciera que les contagiamos la Lepra o algo más peligroso. Son inalcanzables para muchos, y pareciera que no somos dignos siquiera de escuchar su voz al teléfono, menos, en persona… ¡Qué esperanza de ello!

Pero llega el momento en que deben reflexionar acerca de las medidas que han tomado o tomarán para justificar su existencia y validar la elección que la mayoría ha realizado. Es el momento de decirnos que están ahí, haciendo su mejor y mayor esfuerzo por dotarnos de lo que nos prometieron.

Y los tamaulipecos somos tan nobles, que lo que les pedimos es tranquilidad, seguridad en todos sentidos, y cordialidad. Nada más que ello.

Porque en la tranquilidad está el saberse dueño de un puesto laboral, de un servicio médico, de acceso a la educación y a la producción del Estado, a los bienes y servicios que están ahí para cada uno de los que nos preciamos de ser sus hijos, los tamaulipecos que vivimos en nuestro terruño y día a día participamos en su engrandecimiento o su desarrollo desde la trinchera en que nos encontramos.

Seguridad, porque todos queremos volver a sacar las sillas a la calle en horas de la noche cuando comienza a refrescar, y poder saludar al vecino o al de la vuelta que pasa trotando o caminando con su mascota para hacer ejercicio y disfrutar de nuestras calles sin temor a ser levantado, asaltado, violado o asesinado.

Y cordialidad, porque queremos que regresen esos tiempos en que los gobernantes y gobernados éramos parte de una misma sociedad y nos veíamos como iguales con distintas responsabilidades: unos, para administrar los bienes y servicios, y otros para disfrutarlos a cambio de cumplir con nuestras obligaciones tributarias y ciudadanas.

Queremos ese Tamaulipas con los ideales de todos, y eso es lo que hemos pedido a gritos al gobierno municipal, estatal y federal.

No sabemos si estas acciones son de uno u otro orden de gobierno: queremos ser atendidos como lo merecemos, y tener respuesta a nuestras demandas e inquietudes, porque queremos vivir tranquilos con oportunidades para los que las merecen y no para los hijos de quienes detentan el poder o sus recomendados.

Queremos un Tamaulipas justo y cordial para todos.

Y ese es el ideal de una gran mayoría, de los que buscando un cambio tomamos decisiones trascendentes.

Y eso es lo que pedimos, de todas las formas posibles: den un toque de cristalización a nuestros ideales de vivir bien y tranquilos, sin miedos y con oportunidades, cordialmente y en una entidad que, como ha sido, nos ha dado todo.

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