Recuerda que el sentimiento que nace del alma, conlleva en su naturaleza la pureza de una verdad indiscutiblemente fina, porque es el corazón el que habla y no la mente, que, acostumbrada a engañar, busca distorsionar la realidad, al exponer como máximo disfrute, el deseo por el cuerpo material que a la razón desestima y le discute.
No te cobijes con la mentira, cuando de amor se habla, porque el que ama, no debe de padecer por el amor que a la mujer confiesa, porque tal sentimiento engrandece de las virtudes, la nobleza de quien puede antes que amar lo material, expresar con toda libertad el sentimiento que abraza, sin tocar la anatomía del deseo que profesa.
Cuídate de observar cuando a tu lado pase el ojo de donde se alimenta la vida, pues sabiendo la necesidad que tiene tu cuerpo de alimentarse, no rechazará el darle a la manzana una mordida, ve primero la mirada de los ojos de quién a tu ser se aproxima, porque los ojos son la ventana por la cual se asoma el alma, y si ésta hace sentir a tu alma consentida, permítete abrazarla de una manera tan divina, para que sepa Dios que la amarás como él así lo estima.
Nunca olvides que el alma no envejece, que pudiendo el tiempo secar la primavera de tu vida para darle paso al invierno que nadie cree que merece, pronto vendrá de nuevo la alegría, para renovar la naturaleza que hace a la triste flor embellecer, y su aroma perdurará aquí y en la otra vida, porque el jardín del Señor con amor siempre se riega.
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