Y me preguntó:
– ¿Por qué me siento así?
– Cómo?
– Sí, triste, con ganas de llorar, sin ganas de comer, sin deseos de hacer nada, con un cansancio y una falta de fuerza que no puedo explicar.
– Alguna razón ha de haber para que se sienta así.
– En estos momentos no le podría decir si la tengo o no, porque este mal es reciente.
– ¿Reciente?
– Sí, comenzó apenas hace 4 días, y de estar bien me sentí así, como le digo. Todo comenzó con un sensación opresiva del pecho, como cuando presiente uno que algo malo va a pasar, pero no sabe qué, y por esa misma incertidumbre, empieza a rondarme un miedo a no sé qué; pero yo no soy miedosa, entonces me pregunto si en realidad eso es lo que siento.
Como fue pasando el día, cada vez me sentí peor, el miedo se hizo más grande pensando que podía ser el corazón, por eso, al caer la noche, y ya casi cuando no podía respirar, desesperada me fui al hospital, y después de examinarme el médico, me dijo, que mi corazón no tenía nada malo, que todo se debía a un mal de nervios, al que llaman ansiedad; y me dieron un medicamento para calmarme, pero ahora resulta, que me siento peor, porque amanecí con una sensación de que me temblaba todo el cuerpo, pero lo más raro, es que nadie me lo notaba, y me dijeron de nuevo: son tus nervios; así es que me recomendaron acudir al psicólogo, me dieron la cita para mañana.
– Qué bueno que ya la atendieron, verá cómo el especialista la va a ayudar con su problema.
– Pero es que me sigo sintiendo mal, y siento que la medicina no me hace bien; por eso me vine para acá nomás amaneciendo, para que me ayuden con este mal.
– Ya está aquí, ahora, relájese un poco y cuénteme sin prisas, qué es lo que le pasa.
Y habló de su presente, y habló también de su pasado, y entonces supo que su mal no era tan reciente como en un principio lo había pensado.
Afuera, el cielo gris dejaba caer la lluvia de aquellas tupidas nubes cargadas por la condensación del vapor de agua, y adentro, caían las lágrimas de aquella alma cargada de penas.
Después de una hora, allá afuera, se dejó ver de nuevo el azul del cielo y adentro, el llanto había cesado, dejando ver de nuevo aquella sonrisa que se había alejado.
El cielo azul nos llena de esperanza, el sol con su calor nos llena de energía, pero cuando el firmamento se torna gris, preludio de tormenta, nuestra alma se entristece, por el recuerdo de una pregunta que nunca fue contestada: ¿Por qué te fuiste cuando más te necesitaba?
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