Surgieron relativamente hace poco tiempo, y ahora son dueños de nuestras vidas: los teléfonos móviles o celulares se han apropiado de la voluntad de nuestros hijos, nietos, hermanos, tíos y hasta padres.

Muchos decimos que no somos esclavos del móvil, sin embargo, como mínimo, checamos diez o quince veces en el día si tenemos mensaje en Redes Sociales, si nos llegó correo o si hay alguien en el Whats App para charlar. Que por cierto, su nombre es Whats App, y no “Guasap” como algunos que, aparte de enajenados con el mensajero no tiene idea de lo que hablan. Y todo tiene su precio.

Muchos tenemos problemas de visión propiciados quizá no porque el programa nos dañe, sino porque la luz de la pantalla irrita los ojos, y expuestos durante mucho tiempo a ésta, suelen resecarse y provocar otras complicaciones que, aunadas a las que teníamos, vienen a complicar la visión.

Da risa o coraje -no sabemos aún- cuando compañeros maestros se enojan porque sus alumnos están “idiotizados” con la pantalla, y en las reuniones de profesores y académicas, todo mundo está pegado a su pantalla, checando sus mensajes o enviando la foto del momento.

Más crítico es cuando otros que, de plano no tienen qué hacer, se dedican a hacer grabaciones en vivo y nos muestran cuando van caminando por la calle, o están lavando los trastes o viendo la televisión. ¡Cuán trascendente comunicación! Y, ¿cómo les dices que molestan sus videos sin calidad, donde lo único que proyectan son mesas tipo de cantina, cervezas en las hieleras, música norteña, un asador y algunas siluetas que semejan divertirse porque los están filmando.

¡Patético, sin lugar a dudas! La comunicación se utiliza para todo, y las redes sociales y la facilidad de llevar comunicación permanente con el mundo a través de Internet y nuestro móvil es una enorme maravilla como para desperdiciarla diciendo a unos y a otros que Osorio no sirve, porque México no juega bonito, o inundar los comentarios con palabras que pasan de ser altisonantes para convertirse en auténticas vulgaridades sin ton ni son.

Las expresiones “ptm” “lkg” y otras son pan de todos los días, y sobre todo en aquellos foros donde algunos chicos y chicas piensan que mientras más vulgares y corrientes son sus frases son más aceptados por los demás. Dicen algunos encuestados que, esas personas que se expresan con vulgaridad excesiva y manifiesta los hacen reír, pero que NUNCA tendrían una relación seria ni con ella o con él, dependiendo del caso.

No es gracioso estar leyendo porquerías o insultos de gente descerebrada que porque no tenemos la misma ideología política nos insulta, agrede… ataca. El columnista tuvo que bloquear a algunos contactos útiles, por el hecho de que, cuando hay encuentros de Real Madrid y Barcelona se enojan como si nosotros estuviéramos jugando: nos dicen, nos gritan, nos insultan.

El comunista declara que no tuvo que ver con la contratación de CR-7 ni de Messi: es un fanático del fútbol y nada más. Y como que es tiempo, cuando estamos creciendo y madurando, de enfocar nuestras comunicaciones al exterior: hacerlas más productivas, sin porquerías que manifestar o vulgaridades que exponer cuando tenemos un idioma riquísimo.

Aprendamos un poco más, leamos libros que nos ayuden a mejorar nuestro nivel cultural, y entonces, tratemos de utilizar las redes sociales para lo que fueron concebidas, sin dejare ese toque o chispa que nos gusta y nos hace reír.

No es amargura, es simplemente poner las cosas como creemos que son. Y sería bueno también que dejemos de mencionar en cada momento los genitales para decir que nos gusta, no nos gusta, queremos, estamos en contra y más, porque pareciera que todo se circunscribe a ese tipo de expresiones.

Mejoremos, que bien lo merece nuestra sociedad.

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