Usted como yo, mi estimado lector, es casi seguro que guarda en su memoria una serie de frases que escuchó en el transcurso de su vida, que provinieron de personas que de alguna manera u otra tuvieron gran influencia en la conformación de nuestra actitud y conducta social futura; en lo particular, recuerdo algunas de ellas, mismas, que tal vez expliquen algunos de los rasgos más característicos de mi personalidad.

Si estamos de acuerdo en el hecho de que nuestros padres fueron nuestros primeros maestros, y que como suele suceder en la mayoría de los casos, es la madre la que tiene mayor influencia en nuestra introducción a la educación informal; seguramente, que una de las primeras lecciones que recibió fueron las reglas para la sobrevivencia. Recuerdo a mi madre decir: Nunca salgas sin decir a dónde vas,  no te cruces la calle sin mirar para los dos lados, no hables con desconocidos, nunca camines descalzo, no te subas a las bardas, ni a los árboles. Paradójicamente, a todo lo anterior, mi hermano mayor y yo solíamos traducir estos mensajes al revés, lo hicimos porque llegamos a la conclusión de que, cuando acatábamos las reglas, éstas siempre iban precedidas del adverbio ¡No!, por ejemplo le decíamos a nuestra progenitora: mamá ¿podemos salir a jugar a la calle? y la respuesta por excelencia era ¡No! e iba acompañada de una sentencia: no van a salir porque los puede atropellar un carro; o porque se los pueden robar; o porque se pueden perder; escenarios que por cierto, que antes que atemorizarnos, nos causaba mucha curiosidad, por lo que se traducían en una invitación a investigar el hecho de saber  ¿Cómo era posible que un carro pudiera matar a un inocente niño? o ¿Cómo serían los roba chicos? o ¿Qué tan malo era extraviarse?; así que, mi hermano mayor, guiado siempre por su espíritu aventurero, solía adjudicarse en automático la suficiente autoridad como para romper las reglas impuestas por nuestros progenitores y  para exhortarme a tener igual valor, para que juntos descubriéramos aquel misterioso mundo lleno de prohibiciones, y así lo hicimos en repetidas ocasiones, hasta que aprendimos en carne propia, vía efecto de las sanciones que acompañaban a las reglas, que se incumplían.

Más adelante, estando ya de plano inmersos en la educación formal, aparece otro tipo de frases, aquellas cuando el maestro de primaria empieza a descubrir lo difícil que es enseñar a un grupo de niños que aprendió las lecciones anteriores a base de recordatorios efectivos, de esos que dejan huellas imborrables; y se percata  además, que más de la mitad del grupo no quiere participar activamente; por ejemplo, en mi caso, permanecía callado la mayor parte del tiempo, observando cómo se desarrollaba la clase, tratando de captar lo esencial y cuando el maestro un día llegó a la desesperación, me preguntó: ¿Qué te pasa, porque siempre estas callado, porque no participas? Sintiendo que el tono de su voz era similar a cuando me amonestaban en mi hogar por no obedecer, pero respetando su autoridad, con lágrimas en los ojos alcancé a decirle: Mi madre me dijo que no hablara con desconocidos; el maestro pensó que lo estaba retando y me dijo: en este momento te sales del salón y te vas derechito a la dirección; y como yo permanecía sentado, éste entró en cólera y dijo: ¿Ahora aparte de mudo estás tullido, porque no te sales? Sin poder contener el llanto le dije: mi madre me dijo que nunca debo de salir sin decirle a dónde voy; al escuchar la respuesta, el profesor casi se arrancaba el cabello y le pidió a otro niño  que fuera al salón de Segundo “B” por mi hermano mayor, el cual llegó un poco asustado, y más cuando vio al maestro con los brazos en jarra y éste le dijo: ¡En este momento, te llevas a tu hermano a la calle y le dices a tú mamá que quiero hablar con ella; pero mi hermano se quedó parado mirando retadoramente al maestro, quien le dijo: ¿Qué te pasa, por qué no obedeces? y mi hermano le dijo: Salomón y yo tenemos prohibido cruzar las calles porque nos puede atropellar un carro.

No cabe la menor duda, que lo que bien se aprende nunca se olvida.

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