De esas veces que te sientes muy cansado y anhelas con el alma obsequiarte una pequeña siesta vespertina; pero pesa más tu sentido de responsabilidad y permaneces firme a tu propósito de cumplir con los compromisos adquiridos; mas de pronto, llega uno de tus nietos adolecentes a pedirte que le platiques cuál ha sido el momento de tu vida en el que te sentiste más feliz, y como si te hubieran inyectado energía pura, empiezas a sentir que tu mente se va despejando y van apareciendo los más gratos recuerdo de tu existencia, y sin poder evitarlo, tu mirada se va iluminando, al tiempo que una evidente sonrisa de satisfacción va renovando tu expresión facial, hasta devolverle temporalmente la juventud que empezaba a esconderse detrás de los sutiles pliegues de la piel donde queda impresa la huella del paso del tiempo. Entonces sin poder disimular mi alegría le contesto a Sebastián, con otra pregunta: _¿A qué viene eso? Y él, igualmente, regalándome su hermosa sonrisa me dice: _Es que quiero saber si todas las personas sentimos la misma emoción ante una situación que nos causa felicidad y si es por eso que guardamos los mismos buenos recuerdos. Sin esperar a que me diera mayor explicación le contesté: _Si hay amor en tu corazón, seguramente nunca olvidarás aquellos momentos de tu vida en los que sentiste plena libertad para expresar realmente quién eres; si sientes verdadero amor por tus padres, verás en ellos a las personas más perfectas de tu mundo; si sientes veredero amor por tus hermanos, podrás perdonar cualquier ofensa que te hubiesen hecho y te sentirás más unido a ellos, que nunca; si sientes amor por una mujer, sentirás cómo tu corazón ya no es tuyo, se lo habrás obsequiado, porque el amor que guardas en él es el más valioso tesoro que posees. De esa manera, todo lo que hagas por amor en la vida te hará sentir que has sido el hombre más afortunado del mundo. Sebastian meditó por unos segundos y dijo: _Y ¿cuánto tiempo debe pasar para que el amor sea más fuerte que aquello que te causa dolor? No pasó desapercibido para mí, un dejo de tristeza en la mirada de mi nieto mayor, por lo que extendí mis brazos y le di un cálido abrazo, y así tan cerca como estaba de él acercando mis labios a su oído le dije: _Cuando hay amor no existe el tiempo, deja que esa vital esencia de tu ser ocupe todo tu corazón, toda tu alma y todas tus fuerzas y verás que no habrá cabida para aquello que conocemos como maldad.

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