Muchas veces somos injustos en nuestras apreciaciones sobre la forma de pensar o de actuar de la gente, y los tachamos de malos, idiotas o tontos sin fundamento; otras, sin embargo, les ensalzamos sin tener ni media virtud a cuestas. En la política es común lo primero… y lo segundo.

Valga el comentario porque la idea de tropezar en cualquier ámbito es aprender para no volver a caer. Recordamos que nos decían de pequeños que cuando uno cae en algo es por inexperto, pero cuando caes por segunda vez en las mismas circunstancias, es por idiota o algo más fuerte.

En este caso, vemos que algunos no aprenden la lección, y siguen cayendo, como dice la canción ranchera, “en los mismos errores”. Claro ejemplo lo vivimos este sábado, cuando se dieron a conocer nombres de algunos miembros del Partido Revolucionario Institucional -PRI- que se registran a las precandidaturas a diputados locales, es decir, candidatos que como los tres presidenciables, infringen la ley electoral para comenzar una campaña que oficialmente “no es campaña” según el INE.

Y así, vemos en la lista de prospectos, a aquellos “dinosaurios” que tienen décadas sangrando al estado y a su partido, traficando influencias, hostigando, aparentando gobernar y gestionar, pero por debajo del agua, haciendo fortunas personales y familiares insultantes para la clase social de cualquier estado, distrito o sección electoral.
Son los mismos que hemos visto pasearse y acabarse en lisonjas para los gobernantes en turno.

Los mismos que hace meses fueron derrotados estrepitosamente en una elección del hartazgo por parte de los tamaulipecos, que en mayoría tomamos una decisión que les afectó.

Los mismos nombres de las mismas familias, y con una agravante más: hoy, los hijos, sobrinos y nietos de esos “mismos” están incluidos en las listas, y cuando los vemos y no dejan de ser muchachitos -juniors- terriblemente educados en el lujo y el solapar todo tipo de arbitrariedades y excesos, de esos “bebedores sociales”, porque por su estatus nunca fueron borrachos; esos que creen que porque el abuelo, el padre, el tío o alguien cercano fue político lo llevan en su ADN y se dedican a vivir del presupuesto. Que no estudiaron ni saben qué hacer en un caso de cualquier cosa de desarrollo. Solo saben mentir y vivir de presupuestos ajenos, porque así les enseñaron sus padres, que en un insultante lujo han vivido de viáticos y cheques oficiales de gastos nunca comprobados.

Y sus padres, los mismos que otrora fueron alcaldes, diputados locales o funcionarios cercanos a un gobernador o algo por el estilo, siguen succionando del presupuesto de su partido.

Los que no entendieron que la gente se hartó de sus excesos y mentiras, de sus abusos y que les ha castigado con el voto de desprecio que nos ha afectado a todos. Los mismos que hoy quieren otro hueso para volver a cobrar sin devengar en su totalidad.

No entendieron los amigos -la mayoría- del tricolor que estamos cansados de los Tinos y otros nombres que ya suenan a canción choteada, vieja y trillada, que ya no entonan en ninguna parte. Nunca entendieron qué es la poítica moderna, y no prepararon gente, pensándose inmortales.

No nos hacen un favor al volver a ser nominados. No.

Nos revuelven el estómago cuando vemos las mismas listas, y cuando volteamos a las universidades y escuelas y vemos miles de jóvenes ávidos de una oportunidad para cambiar a este corrupto territorio, cuando nuestros jóvenes buscan estar por vez primera, pero son obstaculizados por esos viejos dinosaurios, caducos, obsoletos y corruptos, que siguen convirtiéndose en terribles barreras para el futuro de México, de Tamaulipas y de cada distrito y municipio.

¿Hasta cuándo aprenderán la lección? Es tiempo de voltear, de sacudirse la plaga y quitarse a las garrapatas políticas que solo succionan sangre presupuestaria. Es el tiempo de una nueva generación, honorable, o al menos, un poco decente, que éstos, nunca nos mostraron serlo.

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