Es una vergüenza internacional que en México tengamos el peor salario mínimo de América Latina, según las últimas mediciones de la OCDE.
Pregunto: ¿Qué le alcanza a él, con 2,400 pesos al mes? ¿Cree Usted que él pueda vivir dignamente con 80 pesos diarios? Imagínese, por favor, qué le da él de comer a su esposa e hijo con tres billetes de 20 y dos monedas de 10, si es que puede imaginárselo.
Otro ingrediente que se suma al penoso dato del primer párrafo, es que los índices del Banco Mundial han sido reiterativos en colocarnos entre los 10 países más desiguales del mundo. Crece y crece, y más terreno gana cada día, cada mes y cada año, la brecha entre ricos y pobres en nuestro país. ¿Qué pasa, a quién es atribuible la indiferencia? ¿En dónde ha residido la omisión? La corrupción gubernamental, madre de todos los males, y sus consecuencias: la inseguridad, la falta de competitividad, una educación pública por debajo de la mediocridad y una infraestructura de baja calidad, tiene, para mi gusto, el 80% de la responsabilidad de tan grave problema.
Y entonces se preguntará, estimado lector: ¿En dónde recae el otro 20% de responsabilidad? La respuesta es sencilla: Nos convertimos involuntariamente en una sociedad insensible, pues orillados por la corrupción como base de la política pública en materia económica, el establishment generó un escenario social en México en donde “cada quien se rasca con sus propias uñas”, lo que naturalmente ha propiciado que la discusión -de fondo en un tema tan trascendental para cualquier país, como lo es la política salarial, no estuviera presente en las prioridades de la agenda pública nacional, a pesar del liderazgo negativo que revelan los índices de la OCDE y del Banco Mundial ya mencionados, así como los del propio INEGI.
Por todo ello, resulta invaluable -e histórico, me atrevo a decir- el pronunciamiento de la COPARMEX hace algunos días en la Plaza de la Revolución, relativo a emprender ya el camino hacia una nueva cultura salarial: con visión de largo plazo, pero con acción inmediata.
La propuesta es clara, por visión de largo plazo nos pusimos 2030 en la mira, el salario mínimo en México debe oscilar para ese año en un rango de entre los $162 y los $194 pesos diarios; y, por acción inmediata, nos referimos a que mañana, pasado o el día siguiente (urgentemente, pues) la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (CONASAMI) eleve sin titubeo alguno de $80 a $92.72 el salario mínimo, pues es ésta la cantidad que alcanza la Línea de Bienestar de una persona, fijada por CONEVAL.
Es buena noticia para todos cambiar la visión cortoplacista en la política salarial, pero mejor noticia es aun, dada la crisis de moralidad por la que pasa México, que todavía existan organizaciones que apegadas a una agenda de inspiración humanista, y sin importar las resistencias del Banco de México y de ciertos organismos del propio sector privado, ni la incertidumbre económica internacional que proponen como tesis algunos especialistas ante el arribo del Presidente Trump, después de estudios internos sobre su impacto, se haya decidido a tomar esta genuina bandera por el bien de México.
De verdad, es un orgullo nacional que un organismo empresarial como la COPARMEX, que como Sindicato Patronal, le es inherente la protección de los intereses patronales, tome el liderazgo en el tema salarial, entrándole al fondo, que es la desigualdad, dejando claro que debe ser la persona la que esté en el centro de la economía.
No más desigualdad. No más pobreza, ni administración de la pobreza. Sí, al inicio de una plena prosperidad de todos los mexicanos. Ojalá, de veras, que en unos años podamos pensar en más cosas, cuando nos preguntemos que le alcanza a él, con el salario mínimo.