“Trabajad para tener no tanto el manjar que se consume, sino el que dura hasta la vida eterna, el cual os lo dará el Hijo del Hombre, pues en éste imprimió su sello o imagen el Padre, que es Dios” (Jn-6:27).

Nos pasa a todos en un momento de flaqueza, en un momento en que nos dejamos llevar por la desesperación, ocasionada por las angustias cotidianas que ocurren en cualquier parte, sobre todo, en un mundo donde todo parece estar fuera de control, donde las injusticias, los agravios, la violencia, la incomprensión y muchas más mezquindades humanas, rondan como un eterno fantasma por los las calles, las oficinas y los hogares.

Nadie está exento de experimentar un quebranto personal, que nos hace olvidar momentáneamente, que hay cosas más importantes que tenemos que procurar, que aquellas, que nos condicionan a entrar en pánico, por lo que vamos perdiendo terrenalmente.

En ocasiones, el desánimo suele ser más contagioso que una gripe, pero, como en ésta, deben de existir condiciones predisponentes, las que seguramente sobran en la actualidad, debido al déficit económico que acosa a las familias.

A todos nos ocurre alguna vez, cuando empezamos a hacer cuentas y nos percatamos de que los precios de lo que consideramos productos de consumo básico han aumentado desproporcionalmente a nuestra capacidad de compra, y de pronto, tratamos de ahorrar lo más que podemos, generando molestias familiares por la restricción del gasto. A todos nos ocurre, aunque justificado el procedimiento de ajuste, que al entrar en reflexión, nos afecta más el hecho de ser objeto de calificativos que nos hacen sentir miserables.

“Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo. Quién comiere de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré, es mi misma carne, la cual daré yo para la vida o salvación del mundo” (Jn 6:51-52).

Sí, Dios nos da muchas oportunidades para enmendar nuestros errores, basta exponernos a nuestra vulnerabilidad, cuando tomamos algunas decisiones que aunque válidas en nuestro plano terrenal, riñen al final con nuestros propósitos de acceder a la vida eterna.

Dios nos dé sabiduría para tomar las mejores decisiones, para no sólo ver aquello que al parecer es lo más correcto a nuestro juicio, sino para detectar a tiempo que en nuestra intensión, se pudiera estar privilegiando una actitud mezquina.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.

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