Nada en la vida resulta ser suficiente,

para calmar el dolor de las heridas,

cuando éstas son aceptadas y consentidas,

cuando el corazón riñe con la mente,

sea por tomar una decisión equivocada,

o motivo de la incertidumbre de la duda

que genera una sensación desconocida,

que despiertan a la conciencia confundida,

aparentemente consolada a conveniencia,

que sin desearlo genera una compleja emoción

a falta de perdón al no poder ser justificado,

por la comisión de un mal aún no clasificado.

 

Nada resulta fácil, cuando el sano caminar,

pudiendo ser desarrollado en un terreno llano,

se complica al deambular por uno escarpado,

a falta fuerza y poder por el paso de los años.

 

Todo pesa más, cuando lo que vas cargando,

por ser invisible, no se ve, pero se siente,

y del cuál aunque quieras no te puedes deshacer,

porque son pesares que con el avanzado tiempo,

te conducen a la tristeza te va estacionando

ya sea por sentirte ausente o poco comprendido

y que al manifestarlo te exige primero comprender

a todos los que en el presente o el pasado has amado.

 

Para los que seguramente han llorado las otras lágrimas,

las que no son visibles y no conmueven a los demás,

porque se vierten en el río de la no deseada soledad,

se les pide que despierten porque aún existe un mar

de esperanza, así es que empieza a soltar lo que pesa

para alejar con ello la tristeza y vuelvas a ocupar tu lugar.

 

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