Lo que antes era una línea continua llena de visión y de energía, con un enorme potencial transformador, donde se pasaba de la idea a la acción, y de no llegar cien por ciento al objetivo, se tenía la certeza de que en el camino, por más difícil que este fuera, se iban originando una serie de vertientes que como brotes de una nueva vida anunciaban la continuidad de la existencia.
Hoy, la línea continua se entrecorta con cada envestida de la energía negativa que proviene de la insensatez y la imprudencia; ahora, se debe tener la habilidad, no sólo de saber caminar con sensatez, sino la de poder brincar lo sufrientemente alto, para asegurar llegar con éxito al otro extremo de la línea, que en su momento, era segura como la misma existencia de tiempo que amablemente se vivía, aunque a decir verdad no exenta de quebranto.
Hoy, mi llanto no es de impotencia, es la consecuencia de no haber apreciado en toda su valía, cada instante que me ofrecía la vida, para que mi cuerpo y mente trabajaran con plena armonía, buscando el bien del universo.
La prisa no era mía, otros me iban empujando, porque igual creían en todo aquello que les decían, que era lo más cuerdo y apropiado, para dejar atrás lo viejo, buscando con afán lo que se concebía como nuevo, tontamente pensando, que al adoptar esa condición de fantasía, la vida respetaría igual el tiempo, que se perdía al ir al encuentro de una felicidad imposible de alcanzar, aunque se fuera rico o pobre por igual.
Qué poco respeto nos teníamos entonces, al no saber que nuestra real valía, se encontraba muy lejos de lo material, y si llegara a lo ideal, no nos ofrecía un camino de fácil transitar, porque resulta, que el renunciar a sí mismo, para darse a los demás, es en verdad un gran sacrificio.
Tú que te crees y te piensas muy afortunado por haber librado uno que otro mal, no dejas de ver en tu pasado, los días felices que pasaste al lado de tantos seres que dejaron de ser ellos mismos, para darte la alegría de saberte amado.
Y tú que miras hacia otro lado, buscando justificación a la osadía de haber entregado el corazón, sin haber existido una razón, y tú que en la desesperación de dejar una huella lo suficientemente profunda para ser recordado en la ocasión, como un hombre que vivió este tiempo, sabiendo que no era el suyo, pero no fue un ladrón que tomara lo que no le pertenecía.
Y sé que no estoy perdido, tal vez, un poco confundido por pensar que el corazón de los que he amado, también se había enamorado de la vida como el mío.
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