Me encontraba cortando naranjas de nuestro árbol que sembré hace aproximadamente 24 años frente a nuestro hogar, cuando llegó mi hija María Elena con mis nietos más pequeños José y María, mientras mi esposa los conducía al interior, José se quedó observando cómo cortaba los frutos, entonces, uno de ellos cayó de lo más alto, el niño la fue a recoger, la tomó en sus manos y esperó que bajara de la escalera, antes de entregármela me dijo admirado: Mira abuelo, la naranja tiene un agujero.
Efectivamente, la naranja había sido picada por los pájaros y se lo comenté al niño, pero curioso como es me preguntó, por qué un pájaro tenía que picar una naranja, y aseguró que el ave era mala, porque picaba la fruta que además no era suya; como sé que a José le gustan los cuentos, de inmediato traté de adaptar mi respuesta y entonces le dije: Un buen día, cuando compartía con unos muchachos lo que había aprendido en la vida, recibí de uno de ellos un pequeño árbol de naranjas, el cual sembré en un pequeño espacio de tierra que Dios me había obsequiado frente a mi casa, el espacio de tierra era tan pequeño, que el árbol sufrió para poder crecer, pero no se dio por vencido y su esfuerzo fue recompensado por Dios, haciéndolo crecer como el mejor de los árboles, pero el árbol tardaba en dar frutos, y a mí me decían que lo cortara porque nunca comería uno de sus frutos y además le estorbaba a las personas en su paso por la banqueta, pero yo no perdí nunca la esperanza en aquel árbol que me habían regalado con tanto amor, que además de eso, ahora tenía para mí un significado mucho más valioso, pues me había enterado que el muchacho que me lo regaló, había fallecido en un lamentable accidente; entonces Dios vio con agrado mi fe y del árbol brotaron muchos ramitos de con florecitas de azahar y deleitaron con su aroma todo mi hogar, y en su momento, crecieron abundantes frutos, de los cuales hemos disfrutado por muchos años.
Hace un año el calor fue tan intenso que amenazó con secar todos los árboles y muchos dejaron de dar frutos, pero nuestro árbol, acostumbrado a sufrir mucho, aguantó la terrible sequía y esforzándose nuevamente nos ofreció una nueva cosecha de naranjas, pero no sólo los árboles sufrieron, también sufrieron los pájaros por la falta de agua y curiosamente, la mayoría de las naranjas más jugosas se encontraban muy altas, tanto que casi rozaban el cielo y de nuevo Dios intervino para procurar nuestro bien, su espíritu entró al corazón de las naranjas y desde ahí les habló a los pájaros y estos curiosos como son, empezaron a abrir un agujero para asomarse al interior encontrando el jugo para saciar su sed y poder vivir. José tenía los ojos bien abiertos mientras su corazón escuchaba, y curioso como son los niños, primero se asomó por el agujero de la naranja y al no poder ver al espíritu de Dios, acercó la naranja a su oído y entonces me dijo: Abuelo, escúchalo, escúchalo, el espíritu de Dios está ahí.
“Jesús por el contario les dijo: Dejad en paz a los niños, y no les estorbéis de venir a mí: porque de los que son como ellos es el reino de los cielos.” (Mt 19:14)
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