Un buen día, después de haber tenido una pesadilla, donde me veía corriendo en un camino sin fin, desperté temprano y me dije: No correré más, dejaré de pensar que algo o alguien me persigue o que voy detrás de algo o de alguien al que nunca alcanzo, voy a caminar despacio y disfrutaré cada paso que dé, me fijaré bien por donde piso, para no tropezar con las mismas piedras, evitaré con ello caer, porque de tanto hacerlo, ya se me está haciendo costumbre, y la verdad, tengo que aprender a cuidar de mí y no sólo preocuparme por cuidar a los demás.
Sí, estoy decidido, hoy es un buen día para liberarme de todo lo que me limita a pensar positivamente, y frenar mi optimismo, evitando además, que me maraville con los colores, los olores, la textura y los sabores que me ofrece la vida.
Hoy recuperaré mi verdadera naturaleza, la que derrama amor incondicional y se solidariza, la que busca la equidad y la justicia, la que promueve armonía y paz.
Hoy desataré los nudos que frustran las buenas intenciones, la sinceridad y la humildad, para ver en mi prójimo un hermano y en mi hermano un amigo en quien confiar, para que juntos, mantengamos la firmeza de la unidad en una gran familia como la nuestra, que nos llena de orgullo y le da calor a nuestro hogar.
Hoy saludaré a cuantas personas se crucen en mi camino y vean en mí la misma naturaleza de benevolencia que con el tiempo se fue diluyendo en un entorno donde la negatividad suele ser prioridad, pensando que sólo así podemos levantar cabeza.
Hoy me desperté y pensé si en verdad estaba despierto al estar soñando con tanta belleza, me froté los ojos, moví la cabeza, me senté al borde de la cama y le di gracias a Dios por despertarme para bien, esa hermosa mañana.

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