¿Qué cómo me siento? Me preguntó un buen amigo. Me quedé pensando por un instante y quise decirle que muy bien, porque siempre se debe ser optimista, porque gracias a Dios tengo una familia, sustento para mantener el hogar, alimento, una cama suave, ropa para vestir; sí, me dije a mí mismo, me siento bien, pero ¿qué me detiene para expresarlo sin ningún titubeo? Quisiera decir que no lo sé, pero no puedo engañarme, porque lo que me hace falta para sentirme bien, incluso decir que soy plenamente feliz, es aquello que con el tiempo se ha ido desvaneciendo lentamente, hasta aceptar que nuestro cambio de actitud o de conducta es normal y concibiéndolo así, no extrañar lo que antes fuimos, todo para poder adaptarnos a un medio tan hostil que nos exige estar siempre alertas ante las múltiples e inesperadas situaciones negativas que se presentan en el entorno, pero, donde lo más doloroso que nos puede suceder son las cambios que ocurren en el seno de nuestra familia.
En un tiempo llegué a pensar que era una persona buena, de buenos sentimientos, amoroso y romántico, y ejercía esa virtud sin esperar correspondencia; pensaba que podía contagiar a los demás con mi buen humor, siempre veía el lado positivo de las cosas, aceptaba mis errores y trataba de enmendarlos, me disculpaba con las personas a las cuales ofendía sin desearlo; poco a poco, la energía que impulsaba mi buena naturaleza se fue agotando, porque ya no bastaba con tratar de ser agradable, con solidarizarse con los necesitados, o con ser misericordioso, parecía que la exigencia de los demás se traducía en dejar de ser yo mismo, para transformarme en aquello que pudiera tener la habilidad de mentir, de fingir, de sólo seguirle la corriente a quienes siendo presas de una angustia justificada o no, buscaban en mí a un aliado incondicional, que lo mismo hablara sólo cuando se le pidiera hablar, o moverse cuando se le pidiera mover, alguien sin voluntad propia, la verdad lo intenté siempre con la idea de no contradecir a nadie, pero sin duda resentía un sentimiento de rechazo a ese comportamiento contrario a mi verdadera forma de ser y las relaciones se complicaban.
No soy una persona que pueda mentir para agradarle a la gente, sentí que me estaba dejando llevar por la idea de que para ser aceptado dentro del círculo de amistades, incluso en la familia, tenía que renunciar a ser yo mismo, pero ahora sé que las personas que realmente me aman me deben de acepta como soy, bueno eso si mi amistad o mi familiaridad les es grata.

Correo electrónico:
enfoque_sbc@hotmail.com