Sin lugar a dudas, una de las más grandes preocupaciones sociales es la referente a la báscula y nosotros, es decir, el sobrepeso y la obesidad, considerados ya como enemigos públicos número uno, porque nos llevan a padecimientos muy importantes como hipertensión arterial, diabetes y otros conflictos con el bienestar, que por lo general acaban con nuestra existencia.
México es, tristemente, el país con más obesidad y sobrepeso en el mundo a nivel infantil y segundo a nivel adultos, lo que constituye que muchos de nosotros tenemos ese gran problema de la báscula y el cuerpo humano.
Durante la semana que vivimos el Senado de la República ha legislado -vaya- sobre el tema y han propuesto una nueva forma de etiquetas de nutrición obligatorias para los alimentos, y que serán en forma de octágono, y manejarán los riesgos más importantes de grasas, azúcares, sodio , energía y otro más, y lo pondrán de una forma que todos entendamos: “mucho riesgo”, “riesgo”, y “poco riesgo”, con el objetivo de que usted y nosotros podamos entender que es malo o no lo es, que es bueno o que se puede comer en forma discrecional.
Este tipo de etiquetado ya se usa en Chile y otros países que también tienen problemas de sobrepeso y obesidad, aunque no al nivel de nosotros, los campeones de los gorditos y las gorditas, diría Fox.
Muchas veces no decimos nada porque la gente se ofende, sin embargo, somos de la idea de que, como padres, si no decimos a nuestros hijos que han entrado en sobrepeso, en obesidad u otras formas del organismo en que éste se deforma grotescamente y provoca muchos -pero muchos- males en el estado general de salud, si no les decimos y advertimos de los riesgos, algo estamos haciendo mal, porque los padres somos se supone, la guía de ellos.
Pero muchas veces preferimos comprarles sus papitas o su pastelito y su “cocota” con tal de que no nos estén importunando cuando estamos con lo amigos o queremos ver la tele.
Es una responsabilidad muy grave, y como padres, en México estamos fallando porque nuestros hijos son los más gordos del planeta, y solamente vea usted en las primarias y guarderías la cantidad de gorditos y gorditas, pero no les decimos nada, porque puede ser también algo relacionado con la discriminación y no queremos problemas legales.
Es el tiempo de actuar, de hacer algo más que criticar al Peje: tenemos que entrar en acción y propiciar que ellos -nuestros hijos- realicen actividad física, y podemos acompañarlos a caminar un poco y provocar que dejen tantito el celular en la mesa y muevan el organismo, que los beneficios, créannos, son mayúsculos.
La Secretaría de Salud, en voz de su titular Gloria Molina ha insistido en que tenemos que fortalecer nuestra existencia, y ellos han tomado como tarea prioritaria el programa contra la obesidad y el sobrepeso que se desarrolla en hospitales y clínicas de la entidad, pero que le falta aún mucho por cubrir, porque, de plano, somos mucho más los gordos que la cobertura.
¿Qué está faltando? Seguramente un programa de actividad física, que se refuerce con aspectos de formación nutricional y que esté dirigido a los niños y adolescentes, porque este tipo de problemas se atacan desde la raíz, y la vida comienza en la niñez, así que, la tarea de padres se duplica significativamente para los que amamos a nuestros hijos.
Dejemos de decirles de cariño “gorda” o ¡gordo”: que realmente sea una llamada de atención y un grito de prevención, pero ayudemos a que dejen de serlo con alimentación balanceada o sin tanta harina y grasa.
Bien por el Senado con esa resolución; esperamos que las industrias de alimentos apoyen en forma decidida la lucha contra la obesidad y nos permitan sr una nación con niñez y juventud sana, y dejemos de ser los gorditos del continente.
Es un buen momento aún para hacerlo: tomemos decisiones sobre este problema de salud pública y hagamos lo que debemos hacer, por el bien de ellos.
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