Ese bendito día, al salir del trabajo, iba de muy buen ánimo, porque mi esposa me había hablado una hora antes para avisarme que me había preparado mi platillo favorito y que además había horneado un delicioso pay de manzana como postre, de paso al estacionamiento saludé con alegría a mis compañeros y les deseé una feliz tarde; no me importó ni siquiera el complicado tráfico vehicular que tuve que sortear para llegar al hogar, a cada momento me decía que nada podría deprimirme ese día, cuando por fin llegué, me encontré en la sala a mis pequeños nietos María José y José Manuel y me sorprendió ver la cantidad de juguetes que tenían esparcidos en el suelo, no queriendo desanimarme les pedí me saludaran y ambos corrieron, se treparon a los muebles para estar a mi altura, me abrazaron y besaron, después con mucha ternura les pedí recogieran los juguetes y para mi sorpresa ellos empezaron a discutir echándose la culpa mutuamente de aquel evento; María hablaba con mucha propiedad a su pequeño hermano y le pedía la ayudara, pero José se negaba rotundamente alegando que el no los había tirado; al ver que la discusión no terminaba, se me ocurrió ofrecerles un premio, pero no funcionó, después les dije que los castigaría de no hacerlo y tampoco tuve éxito; mi ánimo empezó a decrecer, así es que me fui a la cocina y me llevé otra sorpresa, mi amada mujercita había cambiado el menú y para colmo no horneo el pay, me disponía a externar mi inconformidad, pero mejor me quedé callado y me fui a mi espacio literario, para elaborar el artículo periodístico, cerré la puerta con llave, pero un par de minutos después los niños empezaron a tocar la puerta e insistentemente me pedían que les abriera, me mantuve firme, minutos después José se puso a llorar con mucho sentimiento, me empezó a remorder la conciencia, pero me mantuve firme , el niño siguió llorando y llegué a escuchar que su hermana le había golpeado la cabeza con un martillo, así es que salí disparado, empecé a revisar al niño, pero no veía por ningún lado señales del traumatismo craneal, dirigí la mirada a María y vi que escondía algo y le pedí me entregara el martillo , la niña se negaba. Así es que procedía a quitárselo y empezó a llorar, cuál fue mi sorpresa que se trataba de un martillo de plástico, por cierto muy ligero; creí pertinente explicarle lo peligroso que era jugar con herramientas, la niña me explicó que era de plástico y que además todo había sido un lamentable accidente, que su hermanito se estaba negando a ayudarla a levantar los juguetes, y entonces ella se enojó y el niño bajó la cabeza, María pensó que era parte del juego. ¿Cual juego le pregunté? Pues el de levantar lo que tiramos, y como bebé no levantaba ninguno, le di su castigo, pero ahora que le veo todo fue un accidente.

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