De esos intentos que se quedan en el aire y emergen de mi creatividad literaria, que nunca llegaron a verse plasmados en un libro al que llamaría “Historias de vida” quedo sólo una página, misma, que a continuación comparto con todos aquellos que le dan el verdadero valor a la vida y la vida les ha prodigado muchas satisfacciones, tantas, que valió la pena vivirla.

Los elegidos.

Entonces dijo el redactor de historias: ¿Tiene algo que agregar? Siempre hay algo que agregar, le contesté, y en lo que a mi parecer respecta, hay mucho más de lo que podría estarse consignando en el libro de mi vida, que usted está redactando. No vaya pensar usted, me dijo, que quiero plasmar en estas páginas únicamente una síntesis, lo que pasa, es que la mayoría de estos textos, una vez terminados pasan a integrarse a la gran biblioteca universal. No se preocupe, le contesté, pero yo tenía entendido, que siendo la vida del hombre una etapa muy significativa durante sus fases de crecimiento y maduración espiritual, no debería escatimarse ningún espacio ni detalle, o sea, que ha habido hechos que a la vista de otros no tienen relevancia, y no por ello dejan de tenerlas para el ser viviente que sabe y siente que cada segundo tiene un valor incalculable. Entonces el redactor dijo: ¿quiere que detenga mi trabajo? No, dije tajantemente, lo que quiero, es que haga su trabajo con justo apego al valor que tenemos los mortales, esto por mandato del Altísimo, porque ha de saber que, para él hasta el más pequeño de la creación, resulta ser valioso e importante.

Escucho pues, dijo el redactor. Los que amamos la vida, le dije, tenemos muy desarrollados nuestros sentidos, nuestros ojos no sólo ven, sino observan hasta lo inimaginable. ¿Lo inimaginable? Explíquese, dijo con sorpresa mi interlocutor. ¿Alguna vez ha visto usted el aire? le pregunté. El aire, por favor, no me tome por un tonto, dijo el redactor, todos sabemos que ese elemento es incoloro, digamos transparente. He ahí la prueba que usted no es de los elegidos, contesté. ¿De los elegidos? ¿a qué se refiere mi histórico amigo? Si lo fuera seguramente estaría más atento en los detalles, que sólo al hecho de cumplir con un encargo, le contesté con cierta euforia y seguí preguntándole: ¿Acaso ha escuchado usted el canto de los ángeles? los elegidos no sólo oímos, sino que escuchamos. Mire, es bien sabido, señor elegido, que el que tiene intacto el sentido del oído pueden escuchar, y no por eso son especiales, en cuanto al canto de los ángeles, la verdad es pura fantasía. Ahora comprendo escéptico redactor, usted ha de ser de los que sin padecer sordera no sabe escuchar, qué me dice del aroma celestial que impregna el entorno al paso de la Santísima presencia maternal de la progenitora del Salvador. Jamás  he olido esos aromas, pero puedo distinguir el con el olfato el aroma de un exquisito plato de guisos y más cuando aprieta el hambre, a ojos cerrados puedo adivinar cada uno de los ingredientes, acaso eso tiene algo de especial. No mi estimado redactor, es bien sabido que hasta un amable perro puede ir hacia donde se encuentra la comida, y eso no lo convierte en un elegido, lo convierte en un perro con hambre, ahora dígame alguna vez ha probado el agua viva. Bueno, ahí sí, no le puedo negar mi fantasioso amigo, he tenido el privilegio de tomar el agua que emerge de un manantial, e imagino que está viva, porque la he visto correr cuesta abajo sin que nadie la empuje, comento el redactor esbozando una sonrisa burlona. Parece ser que usted únicamente ha vivido para sí mismo, no se vaya a ofender, no le estoy diciendo egoísta, no se le puede exigir nada a aquél que sólo puede dar lo que sus sentidos le dicen, pero dígame, quién le dio como misión, la de redactar historia de vida. Ahora que lo pregunta, yo sólo tuve un incontrolable impulso de redactar algo que pudiera llamar la atención sobre la existencia de personas especiales que suelen pasar desapercibidas, porque suelen ser invisibles como el aire, personas que nos observan, sin vernos, nos escuchan sin que se lo pidamos, y que amablemente perciben y sienten lo que muchos no pueden percibir o sentir. Pero dígame ¿quién es la persona que esta junto a usted y sonríe tan dulcemente y está poniendo su mano sobre su hombro derecho? Pregúntele usted a Él, pues parece que ahora usted es también un elegido.

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