He aquí una anécdota de sueños y soñadores. Resulta que tenía ya tiempo de no soñar a mi padre, esto, a pesar de tenerlo siempre presente al platicar a la familia y amigos algunos recuerdos de su paso por la vida; pues bien, resulta que ayer caí en un profundo y relajante sueño, y empecé a soñar que me encontraba viajando por carretera nacional en el auto, me acompañaba mi estimado compadre Antonio Ángel Beltrán Castro, ambos disfrutábamos del paisaje, y a pesar de no ir hablando, se nos reflejaba en la cara un gesto de satisfacción, sonreíamos pues, sin aparente motivo, al poco tiempo llegamos a un poblado, al parecer se trataba de San Fernando, Tamaulipas, lugar de procedencia de mi familia paterna; de pronto, noté que el auto empezó a fallar y buscamos un taller, encontramos uno donde nos atendió una joven mujer a la que le pregunté por el mecánico, contestándome que era ella; para mi gusto era muy joven, pero confié en ella y dejé en sus manos la reparación del vehículo, y mientras mi compadre y yo nos fuimos a pasear por la comunidad, después de un rato regresamos y cuál fue mi sorpresa que mi padre se encontraba en el establecimiento, me vio y me sonrió y antes de ir a su encuentro, la mecánico me dijo que el auto ya estaba arreglado, le pregunté por sus honorarios y me dijo que $2,000, me pareció un poco elevado el precio del servicio, pues el desperfecto no era eléctrico y no requirió piezas nuevas, sólo ajuste de un sensor, entonces le ofrecí $1,500 y acepto con agrado, pero al tratar de pagarle resultó que no traía mi cartera y abochornado le solicité a mi padre un préstamo, él sonrió y accedió de buena forma sin decir una palabra, pagué el servicio y le indiqué a Toño nos subiéramos al ato para emprender la retirada, pero al tratar de encenderlo resulto que no traía gasolina, entendí entonces el por qué la mecánico recibió sin molestia mi ofrecimiento, bajé del auto y le solicité a mi padre una extensión del préstamo, pues le pedí $500, él sonrió de nuevo, sin mostrar molestia alguna, hasta entonces me percaté que todo lo que en el sueño hacía mi padre era hacerme ver que siempre estuvo dispuesto a ayudarme y al despertar de aquel agradable sueño, un poco sobresaltado y aún adormilado busqué a mi padre para darle las gracias y para pedirle perdón por no haber reconocido que durante su vida, a su manera, él se había esforzado por ayudarnos a sus 10 hijos.
“Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas largos años sobre la tierra que te ha de dar el Señor Dios tuyo” (Éxodo 20:12)
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