¿Te acuerdas? Espera un momento, sí, si me acuerdo, fue aquel tiempo en los que solíamos decir,  que todos los días parecían ser iguales, pero en realidad nunca lo fueron, era esa una manera de engañarnos a nosotros mismos, pues nos movíamos en espacios limitados, y ¿por qué limitados? Bueno, porque no podíamos ir más allá de lo permitido por nuestros padres, porque no teníamos solvencia económica, porque temíamos a lo inesperado; entonces teníamos la gran capacidad de adaptarnos, éramos muy creativos, lo mismo presumíamos una conquista, que nos pavoneábamos al vestir más o menos a la moda, nos sentíamos intelectuales si leíamos un libro de filosofía, más nunca renegamos al cumplir las reglas que nos imponían nuestros padres, por el contrario, era plenamente gratificante recibir de ellos, unas palabras de reconocimiento por los logros obtenidos, y ponernos de ejemplo al realizar una buena obra social, o cumplir con las tareas domésticas que nos asignaban; pero una cosa me quedaba muy claro, siempre en las familias había uno o dos cabezas duras, que tratando de llamar más la atención, nadaban contra corriente, lo que preocupaba sobremanera a nuestros mayores y reforzaban mecanismos de control o hacían más rígidas las reglas del buen comportamiento, tanto, que pasaban del regaño, a la suspensión de apoyo económico y de no funcionar, abrían la posibilidad al castigo físico, era en este último donde, por un lado, nuestros progenitores repetían las conductas de sus padres y por otro acentuaban su rebeldía y buscaban afanosamente salirse del control a como fuera, no importaba la puerta de salida, que por cierto, la mayoría eran falsas y condenaban al adolescente a padecer dependencias adictivas a sustancias ilegales, y de ahí cometer actos delictivos, de menor a mayor impacto personal, familiar o social.

Me decía el señor experiencia, que no importa qué rol juegues en la vida, si el de víctima o victimario, todos, absolutamente todos buscarán hacer sufrir a otros, o seguir sufriendo, porque hacen de esas condiciones dañinas una fuente generadora de padecimientos psicopáticos, de ahí que los que logran disimular bien su dañado estado de salud mental, logran abrirse paso en la vida y muchos de ellos sobresalen social, económica o políticamente, y tarde o temprano, según se lo permita su delirante estado mental, tratarán de desquitarse con aquellos a los que consideran causantes de su desdicha.

¿Te acuerdas?  La verdad, trato de olvidar todo aquello que incida en hacerme perder el equilibrio entre el cuerpo, la mente y el espíritu, y en lo particular traté de no salirme mucho del contexto en los momentos en los que se fue dando mi desarrollo psicoemocional.

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