De cada día de mi vida, escribí una página que iba guardando en el libro de mis recuerdos; algunas de éstas, las escribí tan suavemente y sin prisa, que con el tiempo fueron perdiendo su vitalidad y su hermoso colorido, de ahí, que cuanto más empeño pongo en recordarlas, más lejano me parece el día en que puedo encontrarlas. Otras páginas, las escribí con tanta fuerza, que quedaron grabadas de tal manera, que a la menor insinuación por recordarlas despiertan de su temporal ensoñación y cobran vida para acrecentar el ritmo de mi corazón, al generar de nuevo la emoción del inolvidable momento, y renovarse la ocasión para volver a pulsar la pluma que les diera su razón.

De cada paso que di en mi camino, me aseguré estar pisando en firme, y si alguna vez resentí un tropiezo, seguro estoy, que éste, jamás se convirtió en fracaso, pues mi cercanía con la tierra, reafirmó siempre mi condición humilde.

De cada intento de volar muy alto, a veces no pasé del suelo, pero nunca me frustré por ello, porque hay muchas formas de llegar al cielo.

De cada día de mi vida, de vivirlo no me arrepiento, más arrepentido estaría, de no haber vivido el momento de saber de qué material estaba hecho.

En este memorable tiempo, ya no camino solo por la vida, y escribo, por ello, en el libro y en el tiempo de otra vida, porque si tuve la fortuna de recibir, por qué no tendría la suficiente humildad para dar lo que se conoce como sabiduría.

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