Todos hemos tenido o tenemos una tía favorita, yo no fui la excepción, y aunque sabía, que la competencia para ganarme el primer lugar entre sus demás sobrinos era difícil, porque nuestra tía nos amaba a todos como si fuera una segunda madre, habría que reconocer, que a ella se le iluminaba su carita cuando hablaba de mis hermanos: Antonio, Abigail, Claudia y Aminta, correspondientes a la primera tanda; después vendrían Martín y Virgilio de la segunda. Si mi tía viviera, seguramente me desmentiría y me diría que para ella no hubo distingos; pero no se puede evitar sentir un poquito de celos, sobre todo, cuando luchas por hacerte notar, entre tantos talentos. Sin embargo, mi tía sabía que la diferencia entre los “consentidos” y yo, era motivada por el carácter; mientras  ellos eran muy extrovertidos,  arrojados, valientes,  creativos, retadores, aventureros y un tanto desordenados; yo era todo lo contrario, callado, tímido, analítico, reflexivo, ordenado; tal vez, en las características de los primeros, mi tía se veía reflejada, pues sabía, que en ocasiones, se tienen que tomar riesgos para saber hasta dónde  puede llegar tu potencial, y mis hermanos decidieron, a muy temprana edad, saber quiénes eran , mientras yo me quedé esperando pacientemente a recibir la respuesta.

Algo que me ponía en desventaja con mis hermanos, era el hecho de que ellos habían tenido la oportunidad de pasar más tiempo al lado de mi tía, más Dios dispuso que yo tuviera una oportunidad, y pasé un año cerca de ella, en ese tiempo, me convertí en su ayudante, como auxiliar de comercio, después como chofer, y hasta me gané su confianza para compartir ciertas confidencias, en ese tiempo ella descubrió en mí que tenía carisma, y que era poseedor de un excelente buen humor, y yo descubrí que podía hacerla feliz haciéndola reír y atendiéndola como la dama que era, para que se olvidara de aquello que había dejado una profunda herida en su corazón.

Mi más amada tía se llama Concepción Caballero Saldívar, y digo se llama, porque para mí no ha muerto, está más viva que nunca en mi corazón, porque su espíritu se alimenta del gran amor que le tengo, por eso, yo no busco entre los muertos a los que están vivos, y que, como yo, creen en Jesucristo.

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