Te pienso, te veo, y ya estás aquí, y en esos momentos aparece en el ojo virtual de la pantalla de la computadora un video donde la soprano María Callas interpretaba la ópera Carmen; te siento, veo tu pasión y te pregunto ¿por qué las lágrimas? no me respondes y sigues extasiado con la música y el canto. Lo que parece extraño resulta ahora ser para mí muy familiar, tal vez todo podría explicarse por la interacción mente espíritu, primero se evoca el recuerdo y después la energía que emana del poder del espíritu, genera la posibilidad de la comunicación, para percibir la sensación de la presencia de nuestros seres amados.

“Díjole Jesús: Yo soy la resurrección y la vida: quien cree en mí, aunque hubiere muerto, vivirá; y todo aquél que vive y cree en mí no morirá para siempre: ¿Crees tú esto? (Jn 11:25-26)

Sin fe resulta imposible calmar el dolor causado por la pérdida de nuestros seres amados; mantener en equilibrio a nuestras emociones, igualmente es una tarea que requiere de conciliar un interés común, donde los seres humanos no atentemos ni contra el cuerpo, ni contra el espíritu. Los desbalances emocionales, justificados o no, afectan por igual a quienes piensan que son poseedores de la razón y a los que asumen el papel de víctimas, en esas discrepancias cotidianas, la energía negativa que acumulamos, requiere de prácticas que exigen la renuncia a nuestro egoísmo, y la liberación de los motivos que nos mantienen cautivos de nuestra negativa a amar al prójimo.

Te pienso, te veo y te siento, con ello me veo a mí mismo como protagonista de las historias que marcan mi vida, de las que motivaron en mí actitudes negativas, de las que frenaron mi capacidad para perdonar y perdonarme a mí mismo, pero también de las historias, que he podido escribir con las conexiones de amor que alimentan mi espíritu y que tienen su origen en un ser supremo, que más que sacrificios pide misericordia, para sanar todas las heridas, las propias y las ajenas.

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