De niño, después de regar las plantas del jardín de la abuela Isabel, esperaba pacientemente la llegada de los colibríes que se acercaban a tomar el néctar de las flores, embelesado, contemplaba su especial vuelo y su bello plumaje, y me preguntaba qué se sentiría poder tener entre las manos a uno de ellos. En una ocasión regresaba de la escuela primaria y al llegar a nuestro hogar  observé cómo la persona que le ayudaba a mi madre con las labores del hogar, sacaba del interior de su sostén un colibrí muerto, de inmediato pensé que la dama lo había asfixiado entre sus pechos, pero ella me explicó, que lo había comprado en una  tienda de amuletos. porque le aseguraron que atraían la buena suerte; como  vio mi interés en la pequeña ave, la puso ella en mi mano y le pregunté que si había sido disecada, ella contestó que no lo sabía, pues aún tenía un olor algo desagradable y así lo confirme, y le dije que lo enterrara mejor para que descansara en paz, ella se sonrió y le platicó mi ocurrencia a mi madre, quien por cierto, tenía la misma idea de que eran aves que atraían la buena suerte.

Muchos años después, cuando formé mi familia y llegaron los hijos, de pequeños, los llevamos mi esposa María Elena y yo a pasear a las plazas públicas o a un área verde, y teníamos la dicha de observar entre las flores a estas hermosas aves, se las mostraba a nuestros pequeños hijos y en ese momento, elaboraba rápidamente un breve cuento, para que a ellos no se les olvidara lo afortunados que somos los seres humanos de disfrutar de tan basta diversidad de aves en el planeta.

De acuerdo a la voz popular, la presencia de los colibríes, tiene varios significados; dicen de ellos, que son mensajeros y guardianes del tiempo, que simbolizan amor, alegría y belleza. En algunos países se les adjudica un significado espiritual, relacionado con la resurrección. Se comenta que las personas que tienen cerca a estas aves tienen un corazón misericordioso, que disfrutan la vida, que saben perdonar, que aman la naturaleza, en fin, se dicen muchas otras cosas de ellas.

En mi actual hogar, he tenido la oportunidad de tener entre mis manos a varios colibríes vivos, han llegado a nuestra casa, tal vez buscando alimento o abrigo, he tenido que rescatarlas porque  me da la impresión de que no podrían encontrar el camino de regreso a su hábitat; cuando están en la palma de mi mano con el puño cerrado, siento que les agrada el calor de mi cuerpo y cómo el rápido latido de su corazón empieza a calmarse, cuando desaparece el miedo, abro la mano, permanece quieta, tal vez simulando indiferencia o confianza y las invito a retomar su vuelo.

Un buen día, mi esposa me dio una gran noticia, de que un colibrí anidó en una planta que tengo frente a la ventana de mi estudio literario, desde ahí la observo y le doy gracias a Dios, por darme la oportunidad de brindarle un espacio seguro para que pueda reproducirse en paz.

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