Mi segundo nieto de nombre Emiliano, cuenta ya con 16 años, entre las muchas virtudes que tiene, están la de ser sensible y muy soñador, y como ya lo he comentado otras veces, por ello lo considero muy parecido a mí; pues bien, hoy llegó a saludarnos, aludiendo que se había prometido pasar a vernos a su abuela y a mí durante las vacaciones, y no lo había podido hacer antes, porque estaba muy ocupado atendiendo sus intereses personales: carnes asadas con sus amigos, asistencia a festejos, realizar trabajos para obtener algo de efectivo. Como de un tiempo a la fecha, sus visitas son cada vez más esporádicas y breves, no mostré mucho ánimo, lo que no pasó desapercibido para él, por lo que trató de explicar sus prisas, aludiendo que tenía que atender algunos encargos de su madre, de ahí que nuevamente su visita sería exprés; al ver mi actitud, empezó a entablar una charla conmigo y lo primero que se le ocurrió, fue preguntarme ¿cuáles serían los propósitos que tenía contemplados para el año 2023? Como continuaba con mi mutismo, se apuró a decirme ¿Qué hay con el tradicional viaje a San Francisco, Santiago NL? Le respondí, creo que el auto se niega a salir a carretera. ¿Cómo es eso? Preguntó intrigado. Recuerda que nuestros viajes se suspendieron con motivo de la pandemia de Covid-19, pues creo que le afectó. Sonriendo contestó, pero abuelo el auto no es más que un medio de transporte, los autos no piensan, no sienten, ni tendrían por qué oponerse a tu voluntad. Eso creía yo antes, le dije, pero con el tiempo el auto empieza a formar parte de ti mismo y tú le transmites tus sentimientos; ¿recuerdas nuestros primeros viajes a la tierra de mis sueños? Eran muy pequeños, pero disfrutaban esos trayectos, donde se ponían a hacer planes sobre lo que harían llegando. Sí, lo recuerdo, de hecho todos estábamos de acuerdo en acompañarte, no teníamos mucho de donde escoger, aunque antes habíamos estado en Cancún, y habíamos realizado una travesía en un barco por el mar, con nuestros padres y a decir verdad anhelábamos tener vacaciones y ustedes nos invitaban, aunque siempre supe que tú eras el que decidió siempre el destino. Así fue, siempre fui yo el de la idea de llevarlos conmigo, tu abuela siempre se preocupaba por el hecho de darles gusto y quería que viajaran en las mejores condiciones, mientras que yo disfrutaba escuchándolos platicar sus sueños, especulando sobre lo que encontrarían durante el trayecto y en la estancia en mi pequeño gran mundo. Cuántas veces fuimos al mismo lugar, las suficientes para que comprendieran que lo que realmente se disfruta de estos viajes es la compañía. No sé si a esta edad aún tienen el anhelo de viajar con sus seres queridos; yo lo disfruté tanto cuando viajaba con mis padres, después lo disfruté más cuando viajábamos sólo con nuestra madre, porque resulta que los padres suelen ser muy rígidos en los viajes, mientras que nuestra madre se desbordaba de amor por tenernos a todos dentro del mismo espacio. Oye abuelo, eres un poco raro, de hecho, nosotros sentíamos que la abuela, aunque le gustaba ir al mismo sitio siempre, creo que le hubiese gustado conocer más mundo. Sí, tal vez he sido muy egoísta, Emiliano, pero algún día comprenderán porqué estimo tanto la compañía de las personas que más he amado en la vida.
Oye abuelo, creo que nos hemos salido del tema. No Emiliano, cuando eso haya pasado, será porque ya no tendremos más que decirnos. Al decir esto último, sentí cómo me estaba ganando una emoción que no es muy bienvenida, por eso, decidí dejar la conversación y salí de la casa, entonces, mi mirada se fijó en aquel frondoso árbol, que, movido por el viento frío, iba perdiendo las últimas hojas, que se resistieron al otoño.
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