Ayer cuando joven, sentía que tenía muy desarrollado el don de la intuición,  pues era frecuente el poder anticiparme a un evento por ocurrir en el futuro próximo, de hecho, aún me quedan vestigios de esa habilidad, pues logro predecir quién está comunicándose por teléfono en una proporción de 8 de cada 10 llamadas; pero he de reconocer, que con el tiempo, esta capacidad ha ido mermando, tal vez, debido a que no me encuentro totalmente en armonía con el entorno, cuando se conjugan ciertos elementos que facilitan la generación del fenómeno descrito; ahora suelo especular más, o sea que hago suposiciones sin fundamento, y por ello, he tenido con más frecuencia desaciertos, lo que resulta frustrante.

Hay situaciones que no pueden basar su ocurrencia en la intuición, mucho menos en la especulación, requieren rigurosamente, de la intervención de un proceso de calidad, donde la dedicación esmerada, el trabajo honesto y la vocación, se puedan traducir en una exitosa realidad. Hay otras, que para su consumación, necesitan casi exclusivamente de la interacción de poderosas fuerzas que emanan del espíritu, que llenan de energía al corazón y se traducen en lo que conocemos como amor; y en razón de ello, un  glorioso día comprendí,  que todo aquello que te hará feliz en la vida, se sintetiza en el poder que emana de una fuente universal inagotable de ese amor: Dios.

Cuando tienes la oportunidad y la capacidad de analizar en retrospectiva tu existencia, te encontrarás en cada una de las etapas de mayor trascendencia de tu desarrollo integral, con la verdad, aquella que encierra los misterios de tu razón de ser y de existir, cuya indiscutible sabiduría te irá guiando para que tu conocimiento tenga sentido y aplicación para favorecer tu crecimiento espiritual, y si me preguntas ¿por qué es importante crecer espiritualmente? Te responderé: porque es el único camino que nos puede conducir hacia la vida eterna.

Te podrás dar cuenta de cuánto has evolucionado espiritualmente, cuando te percates de que el amor que sientes por tu prójimo, no admite juicios sobre sus defectos, porque en ellos verás reflejada su gran necesidad de sentirse amados, para sanar las heridas que otros infringieron a su espíritu.

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