Estando festejando con un grupo de amigos el cumpleaños de uno de ellos, empezaron a tocar el tema sobre la felicidad en la vida conyugal, entre nosotros se encontraban dos solteros quienes alegaban respetuosamente que la soltería era el mejor estado de hombre, porque podrías disfrutar a plenitud todo cuanto se anhela, sin necesidad de recibir reproches o tener que estar dando explicaciones; comentaban también, que siempre es difícil saber si la mujer con la que contraerás matrimonio tendrá la madurez suficiente  para entender de buen agrado, que en un momento dado, la relación pude fracasar y disolver el enlace, sin agravios, ni reproches; al término de sus comentarios, los casados empezamos a dar nuestra opinión; el primero que habló fue Juan, un joven de 23 años que llevaba 24 meses de casado y dijo: Yo me siento  hasta ahora muy feliz, mi esposa y yo nos llevamos muy bien, aunque he de reconocer que efectivamente, me ha limitado en un 50%  mis actividades de soltero, y por qué no aceptarlo, eso en ocasiones me molesta y da lugar a que albergue un sentimiento de frustración, pero, inteligencia no le falta a mi mujer, ella sabe cómo compensar todo lo perdido. Francisco a sus 40 años de edad y con un matrimonio de 10 años de duración, comentó que él ya había superado la etapa por la cual estaba pasando Juan, que de hecho, con el tiempo, el hombre casado llega a acostumbrarse y revertir los intentos controladores de la mujer, aseguró que es feliz con un matrimonio donde empieza a asomar la madurez en ambos lados y se pueden permitir ciertos gustos sin tener que discutir o crear conflicto. Como yo permanecía callado, de pronto, sentí  el peso de las miradas sobre mi humanidad y casi al unísono, preguntaron mi opinión, y les contesté lo siguiente: Yo llevo 47 años de feliz matrimonio y sigo trabajando todos los días en seguir así, hace mucho dejé de extrañar las reuniones con los amigos, porque me di cuenta de que los verdaderos amigos, te buscarán aunque estés casado y se sumaran a tu familia; poco a poco me di cuenta que había dejado de discutir con mi esposa por lo que antes, consideraba eran mis derechos individuales, porque cuando te unes por amor en matrimonio, los derechos de mi cónyuge fueron y siguen siendo para mí una prioridad; entonces, Roberto, uno de los solteros, me interrumpió alegando: Pero, si dices que todos los días luchas por ser feliz, entiendo con ello que realmente no lo eres. Tan lo soy, que por eso lucho por seguir siéndolo, no ves que en la vida hay tantos riesgos para un matrimonio feliz, que hasta los que se dicen tus amigos, tratan de disuadirte, para que desistas en tu empeño de seguir consolidando lo que tanto te ha costado construir.

enfoque_sbc@hotmail.com