Estaba sentado sobre el barandal de cemento de la terraza de la casa de mi infancia, esperando que aconteciera lo extraordinario, esto venÃa sucediendo desde hace tiempo y no encontraba explicación para ello; todo iniciaba después de hacer la tarea escolar, cuando emocionado, apuraba el paso para salir a jugar frente a nuestra casa, situada en el Barrio de la Luz,  allá donde se encontraba la Plaza de la Luz, donde mi hermano Antonio y yo nos la pasábamos jugando hasta que llegaba el anochecer, hora en que nuestra madre salÃa al balcón para tratar de localizarnos, y al hacerlo, a un grito nos pedÃa regresáramos a la casa, esto, antes de que llegara nuestro padre, quien no le agradaba que estuviéramos hasta tarde en aquel lugar. Pues bien, cansado de tanto jugar y después del baño y vestido con ropa de cama, me acostaba, esperando que llegara el sueño y una vez en él, me veÃa saliendo a la terraza, me dirigÃa al barandal que evitaba caer de aquella altura, que a mi gusto era demasiado bajo, pues se podÃa uno trepar con facilidad, de tal manera que en el sueño recurrente me sentaba sobre el filo y esperaba con paciencia, como decÃa al inicio de la narración, a que ocurriera lo extraordinario, y esto acontecÃa cuando los latidos de mi corazón se normalizaban, al grado de saber que habÃa perdido el miedo a caer de aquella altura que para mà era muy grande; al quedar sereno me recostaba en aquel borde de cemento y de una forma por demás suave de estar boca arriba me volteaba y empezaba a descender como lo hacen las plumas de las aves cuando se desprenden de su cuerpo, tan suavemente que antes de llegar al suelo, me permitÃa caer de pie, caminar un par de pasos y llegar hasta la vieja camioneta Fargo Pickup 1948 de mi padre, que se significa por tener un logotipo en la puerta del lado del chofer que decÃa Casa Aguirre dedicado a la venta de vinos y licores, probablemente colocado como publicidad de algún comercio de la ciudad de Monterrey NL.; pues bien con mucha familiaridad a la edad de mis 6 años, abrÃa la puerta me colocaba frente al volante, le daba a la marcha y por un par de minutos me quedaba escuchando aquel maravilloso motor, mismo que al agarrar las revoluciones esperadas iniciaba el recorrido por aquel Barrio, pues querÃa grabar en mi mente las estructuras, los estilos de las viejas casas familiares, los comercios cercanos , la panaderÃa la Gardenia, la Casa flores, unos abarrotes de esquina donde habitaba mi amigo Horacio con sus padres, después, pasar por la Escuela Francisco RodrÃguez Pérez, la Iglesia de la Luz, la sucursal del Banco Regional del Norte, en fin todo lo que se relacionaba con el entorno donde deambulaba y jugaba con los amigos.; mi viaje de todas esas noches terminaba con la sensación ansiosa de tener que regresar para que mi padre no descubriera que me habÃa llevado su vehÃculo, mismo que estacionaba en el mismo sitio y verificaba que el indicador de la gasolina estuviera marcando como se encontraba antes de salir al pasear. Bajaba de la camioneta, caminaba de reversa, ascendÃa, llegaba al barandal me situaba acostado, me giraba, bajaba de él y me dirigÃa a mi cama, Al despertar por la mañana salÃa corriendo a la terraza, para comprobar que la camioneta se encontrara en su lugar, después, a un grito de mi madre, me dirigÃa al comedor a desayunar un par de conchas de la panaderÃa La Gardenia con un vaso de leche fresca.
enfoque_sbc@hotmail.com