Estando en una reunión con un matrimonio amigo, nos preguntaron a María Elena y a mí si el matrimonio era realmente la unión de un hombre y una mujer para formar una sola carne; María Elena, recordó en ese momento el versículo de la Biblia donde aparece la cita (Génesis 2:24) después se me quedó mirando como esperando que comentara, imaginando que quería que hablara sobre algunas de las experiencias de nuestro matrimonio que afirmaran lo dicho  y que les pudieran servir a nuestro amigos, así es que le regresé la mirada y me pareció que consintió el que con toda libertad hiciera los comentarios, el hecho no pasó inadvertido por nuestros amigos y empecé entonces a narrar lo siguiente: Definitivamente el hombre y la mujer, al recibir el sacramento del matrimonio, perciben que algo cambiará sus vidas, y desde el primer día, empiezan a trabajar en ello, al principio, motivados por el amor que los preparó para tomar tan importante determinación; pero dicha fusión sólo es el inicio de una transición para evolucionar a un estado del ser que requerirá de mucho más tiempo y mayor voluntad, donde sin dejar de amarse, se deberá tener mucha paciencia y tolerancia.

Sí, los cuerpos se unen, y de esa unión corporal se engendrarán los hijos, pero, lo más trascendente ocurrirá, si la pareja logra mantener la unidad matrimonial, hasta que la muerte los separe, mas habrá que recordar y mantener la fe en Jesucristo, quien venció a la muerte y será él quien fusionará la energía espiritual en una sola. Al escuchar lo anterior, nuestro amigos parecían fascinados con el relato, pero parecían tener algunas dudas, por lo que dijo nuestro amigo: ¿Pero qué ocurre si la pareja sólo se unió por pasión y no por amor, o solamente por hacer efectivo el deseo de unir sus vidas  para compartir los intereses mutuos, como si la unión fuese una aventura, esperando encontrar en el camino algunas sorpresas. ¿Sorpresas? le contesté, puedo asegurarte, que la mayor sorpresa que se llevarán quienes tienen ese tipo de ideas, de lo que es la unión en un sólo cuerpo, es la de renovar su amor, si la llama no se apagó debido a la indiferencia y la falta de comunicación en la pareja. Si llegaron hasta  la consumación del Sacramento Matrimonial y obtuvieron la bendición de Dios, les puedo asegurar que él nunca los dejará solos cuando tengan dudas en cuanto al verdadero motivo que los unió. El llegar a casarse no resulta ser una ocurrencia del hombre y la mujer, Dios está  velando porque los matrimonios consagrados permanezcan unidos, porque el Plan de Dios es salvar a todos para que puedan tener acceso a la vida eterna,  y para llegar a ella, se requiere de madurez, misma que  se ve dificultada en las parejas, cuando se dejan llevar por el egoísmo, más no hablo de la madurez intelectual, sino de la madurez espiritual, que por cierto, genera mayor sabiduría que el conocimiento meramente intelectual.

Las personas de fe , las que reconocen en Jesucristo al Dios hijo, sabrán que existe una fusión con Dios Padre y el Espíritu Santo, de ahí que el hombre y la mujer que se han unido con la bendición de Dios, nunca podrán separarse, si acaso, podrán estar distanciados, más no disociados.

Sólo los ciegos y los sordos espirituales no se rigen por la ley de Dios, pero aún ellos, de arrepentirse, podrán ser salvados.

Dicho lo anterior, nuestros amigos, aquella joven pareja, se tomaron de la mano y por último preguntaron: ¿Cuántos años llevan ustedes de casados? Y respondimos a una sola voz: Toda la eternidad, porque lo que Dios ha unido no lo separa el hombre.

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