Llegada la adolescencia a nuestra vida y habiendo conformado un grupo de amigos en el barrio del 19 y 20 Zaragoza, la mayoría entre las edades de 14 a 16 años, propuse formar un club de amigos, estando todos de acuerdo, me di a la tarea de elaborar un proyecto de reglamento y un plan de acción, el cuál propuse de manera democrática ante la asamblea y fue aprobado, no sin antes adicionar algunas propuestas presentadas por los socios, entre ellas, sobresalía una, que de inicio fuera constituido por puros varones y posteriormente se invitara también a mujeres, tal vez emulando el Club de Toby de las historietas de la Pequeña Lulú.

Como una de las principales líneas de acción era obtener fondos para realizar festejos, les recordé la importancia de la contribución de las mujeres para organizar eventos como  la venta de panecillos u otros alimentos, pero hubo una férrea resistencia de algunos, aludiendo que habría cosas que platicar y practicar en las cuáles no era posible darlas a conocer o hacer entre las mujeres, y citaron el posible consumo de tabaco, ya que ellas podrían comentarlo con nuestros padres y nos amonestarían, la votación fue aprobada por mayoría y seguimos adelante, así que formamos una cooperativa y después un equipo de futbol, para las llamadas cascaritas en la calle o en el patio de la casa de mi madre, incluso, filmamos uno de estos juegos en una cámara super8.

Por las tardes, después de las clases y de hacer las tareas correspondientes, nuestro sitio de reunión era en el techo de la casa, donde habíamos colocado unos blocks de cemento que nos servían para sentarnos; platicábamos de los últimos acontecimientos del barrio o los incidentes en el hogar o la escuela, hacíamos planes para otras actividades y dejábamos para el último momento lo más riesgoso, fumarnos un cigarrillo entre todos, que alguien había sustraído de la cajetilla de su padre, recomendando después el masticar chicle o lavarse la boca con pasta de dientes para no dejar evidencia, así transcurría el tiempo hasta que llegó una novedad: alguien traía una propuesta que nos llamó la atención a todos los reunidos, una amiga de una de mis hermanas había conocido la existencia del club, deseando abrir el camino para la inclusión de mujeres en el mismo, hacía una propuesta muy atrevida, preguntó quiénes de los socios sabía besar, y la verdad nadie hasta ese momento había besado a una chica, entonces ella se ofrecía a enseñarnos con la condición de que el club se hiciera mixto; se puso a votación la propuesta y fue aprobada por mayoría, y después de las lecciones, nos volvimos a reunir; los que teníamos hermanas decidimos dejar las cosas como estaban antes de la intervención de la maestra de besos, temiendo en que se pudiera proponer, aumentar la plantilla de maestras. Los celos a la edad de la adolescencia en verdad pesan.

El club duró activo por un año, después,  sin necesidad de tener reuniones secretas, se fueron dando las cosas de una manera normal, tanto, que yo, el presidente del club renunció a su puesto para dedicarme el cien por ciento a la mujer que años más adelante sería mi esposa.

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