Un día, en el tiempo en que estudiaba primero de secundaria, salí temprano de clases y, un grupo de compañeros y yo, decidimos acudir a un paraje cercano donde había un arroyo, la intensión era nadar un poco para refrescarnos en sus tranquilas aguas mientras se llegaba la hora de regresar a casa, al llegar, de inmediato mis amigos se desvistieron y corrieron a zambullirse en una poza, pero ante la posibilidad de llegar con la ropa mojada al hogar y ser descubierto por mi madre, preferí mejor sentarme bajo la sombra de un arbusto , aprovechando el pasto que crecía a la orilla del arroyo, que por cierto, era de poca profundidad, y siendo el agua tan cristalina, se podía ver en el fondo a un grupo de sardinas que nadaban ordenada y plácidamente; éstas, al notar mi presencia, se acercaron a la superficie e intuí que tal vez esperaban a que les arrojara algo comestible, metí la mano a la mochila donde guardaba mis libros, y me encontré con un paquete de galletas, las trituré y empecé arrojar poco a poco el alimento, notando que el número de peces crecía al tiempo que tardaba en deshacerme del producto; al término del mismo, como si las sardinas lo supieran, se alejaron de la superficie y retornaron, a lo que yo definí como su rutina; después, entrelacé mis manos y las coloque detrás de mi cabeza para que me sirvieran de almohada y me recosté, con la intensión de que mis compañeros terminaran de bañarse para regresar a nuestras casas. Recuerdo que corría una suave pero cálida brisa, y al estar mirando el vaivén de las ramas del arbusto, poco a poco me quedé dormido, despertándome al escuchar la voz de un hombre que regañaba duramente a mis compañeros por haberse metido al arroyo, y sintiendo que era una injusticia, me acerqué a él para encararlo, aludiendo que el arroyo era propiedad de la nación y por lo tanto nos pertenecía a todos, pero, el hombre replicó que también era de todos la responsabilidad de cuidar la salud, y eso era precisamente lo que estaba haciendo, ya que desgraciadamente aquella afluente estaba contaminada con aguas residuales de unas fábricas cercanas, cosa que desde luego el grupo de adolescentes ignorábamos por completo. Todos entendimos el porqué del regaño y le agradecimos a aquél buen ciudadano su advertencia, antes de marcharnos, se me ocurrió la idea de capturar algunos renacuajos, para observarlos y saber si estaban afectados por la contaminación referida, al llegar a mi hogar deposité a los especímenes en una pileta de un lavadero que no se utilizaba, y día a día después de regresar de la escuela me iba a observarlos viendo como poco a poco les iban saliendo la extremidades y cómo perdieron la cola, hasta convertirse en adultos, más nunca vi que sufrieran otra transformación que no fuera la de su natural metamorfosis.
enfoque_sbc@hotmail.com