Necesario es ajustar por meses la estrategia para que los aeropuertos, Ciudad de México y Felipe Ángeles operen en condición de seguridad, óptimo funcionamiento, accesibilidad para su llegada y dentro de sus instalaciones. ¿Por qué? Porque hasta donde se sabe construir el aeropuerto Felipe Ángeles (AIFA) fue idea de López, no resultado de planeación estratégica, es como la línea 12 del Metro, “se hace, porque se hace”. Los resultados de líderes que se imponen sin escuchar la viabilidad técnica y económica y se avienen a “su política”, ya los sufrimos.

Tras el grave incidente entre dos aviones de Volaris, entre otros, se estableció la meta de que a final del año operarán en el AIFA 100 rutas, sumadas aviones chárter y cargueros, serán 200 operaciones diarias, 6 mil operaciones mensuales de una capacidad presumida de 72 mil operaciones. En 2016, año en el que se realizaron más operaciones en Toluca, fueron 102 mil. Las que aspira realizar Felipe Ángeles equivale al 71%. En cuanto a número de pasajeros, Toluca movilizó en 2008 a 4 millones anuales. Su debacle comenzó tras la quiebra de Mexicana y que algunas de las aerolíneas que habían convertido a Toluca en su centro de operaciones se cambiaron al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM)

Algunos expertos piensan que las expectativas limitadas para el AIFA como las actuales no se alcanzarán por problemas de convivencia con el AICM. Para hacerse efectivo y cambiar realmente las decisiones de las aerolíneas y de los pasajeros, debe usarse el sistema de precios y aprovechamiento de infraestructura. Con inversión moderada se puede revivir Toluca para la aviación comercial. Y si los servicios en el AICM se elevan de precio mientras se cobra significativamente menos en el AIFA y en Toluca, las aerolíneas empezarán a usar esos aeropuertos. En el caso de los pasajeros, si se diferencian las tarifas y se ofrecen condiciones ventajosas de precio en los boletos, también habrá pasajeros que tomen la decisión de moverse hacia allá.

El problema es que todas estas decisiones requieren estrategia, tiempo y demandan la coordinación de esfuerzos entre líneas áreas y como en México nada se mueve sin que López lo autorice o a él se le ocurra, será muy lento el cambio. Si AIFA hubiera comenzado con vialidades terminadas, la demanda sería mayor, pero en asunto de fechas, López cumple, aunque sea incompleto. Si no se hubiera abandonado Toluca, el aeropuerto seguiría siendo atractivo para población que vive o trabaja en el poniente de la Ciudad. El aerotransporte exige soluciones viables y seguras, sin dudas.

Revivir el aeropuerto de Texcoco es intemporal, casi inviable por los costos que López carga al presupuesto y su manía de regalar dinero, ahora a las fuerzas armadas. Sin embargo, las soluciones deben ser prontas si no queremos que la deficiencia del sistema aeroportuario del Valle de México se haga más grave aún.