Ayer mientras dormía, me visitó en mis sueños mi padre el Químico Salomón Beltrán García, me dijo que lo tenía un poco olvidado, de hecho, me reclamó que en la reciente visita al camposanto a depositar los restos mortales de nuestra prima Nena Orozco Beltrán, apenas sí me asomé al sepulcro para ver su fotografía, misma que yo mandé enmarcar en un recuadro de concreto y granito; él sabe bien que sí lo vi, mas no quise evocar su memoria, porque lo quiero seguir manteniendo vivo en mi corazón. ¿Que si lo extraño? no se diga, y más en estas fechas en las que poco a poco se van sumando los gratos recuerdos de todos aquellos seres amados que se nos adelantaron en busca de la vida eterna.
Los seres humanos no imaginamos el poder de Jesucristo, por eso, hoy mi Señor me hizo un hermoso regalo, mi amada esposa al estar realizando tareas propias del hogar, encontró un valioso tesoro que se me había extraviado y que de hecho, pensé había perdido para siempre, en uno de esos desafortunados eventos que evidencian la inseguridad cotidiana. Pues bien, mi esposa encontró un casete grabado con las canciones que mi padre solía interpretar en vida en todo evento familiar o de amistad, seguramente mis hermanos lo recordarán y tal vez tengan una copia que yo les obsequié en una Navidad de hace una década.
El acontecimiento me llenó de alegría y de inmediato busqué un viejo microcomponente que aún se conserva en buen estado y toca casetes, y que me doy gusto escuchando la amada voz de mi viejo y los acordes de su inseparable guitarra.
Qué época aquella; aunque algunas personas reprueban el hecho de decir o asegurar que “tiempos pasados fueron mejores” yo lo digo con toda franqueza, porque si bien es cierto, que todo tiempo tiene sus retos, sus dificultades, sus inconvenientes, para mí, que me retroalimento de buenas anécdotas, fue una época maravillosa, como maravillosos fueron todos los seres humanos con los que Dios me dio oportunidad de convivir; curiosamente, en mi mente, los archivos de todos los grandes y bellos momentos siempre permanecen abiertos, por el contrario, aquellos eventos que me dieron la oportunidad de conocer lo que damos en llamar los errores o las debilidades humanas, me hacen recordar la perenne lucha que todos libramos en la vida, para encontrar el verdadero camino que nos conduzca a la eterna gloria, por Dios prometida.
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