Mi madre siempre procuró que sus hijos estudiáramos en institutos donde se privilegiaran las artes, al menos a mis tres primeras hermanas (Abigail, Isabel y Aminta) las inscribió en un jardín de niños en Monterrey, Nuevo León, que si mal no recuerdo, llevaba por nombre “Óscar Christmas” o algo así; las tres ingresaron al área de Ballet o Danza Clásica, las maestras realmente eran muy profesionales y querían que sus alumnas alcanzaran el estatus de excelencia.

Para empezar, le pidieron a mi madre el atuendo correspondiente para ejecutar dicho arte, y de pronto, vi a mis hermanas transformadas en unas mini bailarinas, perfilándose a seguir los pasos de Anna Pavlova, Alicia Markova y Margot Fonteyn.

Participaron en varios festivales infantiles durante los 3 años que duraba el paso por esa Academia, pero la familia fue creciendo, no así los ingresos de mi padre, por lo que se truncaron sus planes en ese sentido y cada quien se inscribió en una escuela diferente, a mi hermana Aminta, le tocó irse con mis abuelos maternos a San Francisco, municipio de Santiago, N.L., e ingresó al tercer año de la escuela primaria de esa comunidad, como también ahí se realizaban festivales en algunas fechas especiales, le preguntaron a mi hermana si tenía algún talento artístico que quisiera compartir con los padres de familia y autoridades educativas que asistirían al evento, y Aminta sin titubear les dijo que sí, que su fuerte era la danza clásica.

La maestra se extrañó un poco de que quisiera bailar ballet ya que esperaba que fuera polka, chotis norteño u otra danza regional como se acostumbraba en el pueblo, pero mi hermana insistió y la maestra aceptó su participación, la maestra quedó un poco preocupada pues sería la primera vez que se exhibiría esta expresión tan refinada de danza, de hecho batalló para encontrar la música apropiada, pero al fin lo logró.

Recuerdo que estábamos sentados junto al público esperando que hiciera la aparición la “diva”, pero antes, salió la maestra y pidió esperáramos unos momentos porque como se trataba de algo especial, no era fácil trabajar sobre un tinglado de madera rústica y eso lo había comprobado Aminta cuanto realizó el ensayo, pues sus zapatillas de Ballet se desgarraron casi instantáneamente y sin ellas consideraba que no le era posible bailar, pero al fin, la organizadora del evento la convenció asegurándole que nadie se daría cuenta del tipo de calzado que utilizaría, pues no tenían conocimiento de esa danza, por lo que a mi hermanita no le quedó otra que ponerse unos tenis, y sin más, salió al escenario y cumplió con su compromiso, pudiendo asegurarles, que los únicos que se rieron de la ocurrencia de Aminta, fuimos sus hermanos.

 

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