Llegan de forma inesperada, cuando la mente dice ¿Qué está pasando? Cuando el ánimo suele navegar en un río sin agua, en una barca que no se mueve nada, cuando todo en tu entorno se paraliza al llegar las oleadas de melancolía, ahí, donde el ruido es tan sordo que no se escucha el silencio, cuando el movimiento se detiene y con él la energía que mueve al cuerpo que busca respuestas para justificar las horas perdidas
Las horas perdidas son momentos en los que se busca desesperadamente la compañía de las buenas ideas, la realización de los sueños maravillosos que están ausentes, las palabras llenas de armonía que se han extraviado en el ambiente, donde las miradas inquietantes de los anhelos callados terminan mirando las paredes grises de los deseos frustrados.
Las horas perdidas están dentro del tiempo estipulado para desarrollarte en la vida, son diferentes a los espacios que buscas para reflexionar sobre toda experiencia vivida, porque te recuerdan que tu libertad tiene límites porque tendrás que desquitar el pago que se te otorga por funcionar en la vida.
En las horas perdidas, se reclama el espacio, para tratar de recuperar el tiempo que le debe al cuerpo, para eliminar la sobrecarga indebida, que tuviste que cargar por no consentir que existe el descanso, que se suele omitir cuando no se tiene plena conciencia de que eres humano.
Si pudiera pasar las horas perdidas positivamente emocionado, estas, no existirían, ni en el sueño por el cansancio ganado, ni en la vigilia extendida por la espera infinita de encontrar la salida para estar a tu lado.
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