“La amistad que acaba, no había comenzado…”

Publio Siro

¿Qué sería de los generales de cualquier ejército sin sus oficiales y la tropa?

Por geniales que sea o hayan sido, sin el apoyo y valor de quienes dejan o dejaron el alma en las trincheras, los nombres de esos personajes no perdurarían en la historia, para bien o para mal.

Es, como ayer lo mencioné en líneas similares, también el caso del periodismo, en donde mujeres y hombres, reporteros, fotógrafos, columnistas, jefes de información y de redacción, así como de los directores, escribieron historias que en algunos casos han llegado a ser leyendas en este oficio.

Valga este reconocimiento para traer al presente en estas modestas líneas, a quienes desde esos puestos fundaron y cimentaron medios de comunicación que con el trabajo de ellas y ellos se convirtieron en voces altisonantes de la sociedad, en índices acusadores o palmas que se batieron en un aplauso a quien se lo merecía.

En esta intentona de rendirles honores a esas figuras que en muchos casos no tuvieron reflectores que los hicieran lucir, empiezo sin orden de ningún tipo y sólo normado por la estimación, el respeto y el reconocimiento profesional, a quienes recuerdo en estas filas, siempre con una disculpa por la involuntatia omisión de su trabajo.

Primero, siempre primero, los que se han adelantaron en el camino.

En confuso montón navegan en mi mente, no me atrevo ya a citar los medios para los que laboraron en la frontera, nombres como el de Primitivo López, Arturo Cantualla, Erasmo Salinas, Daniel Ulloa, Benjamín Tamez, Manuel González, Héctor Miguel Chávez y Jorge Rodríguez Treviño, quien después tomó a Victoria como su segundo hogar.

Victoria por desgracia ha sido pródiga en ser descanso eterno de periodistas tan brillantes como Luis Miguel Diez Cuán, Roberto Sepúlveda, Rubén Narváez, “El Negro” Pérez, Alberto González “El Niño”, Roberto Ibarra, Enrique Pedroza, Héctor González y Antonio de la Cruz; los dos últimos, víctimas de la delincuencia.

En el sur nadie olvida a Joaquín Botello, a José Luis Hernández Nava, Oscar Contreras Lartigue, Mario Morales, Eduardo Hernández Molar, Carlos Fernández, Aníbal Muñiz, Rafael Morales y Agustín Jiménez, entre otros que escapan a las entretelas de mi magín.

Desaparecieron sus cuerpos, pero sus nombres y andanzas siguen vivos y sobreviven en mis recuerdos por el honor de haberlos conocido, aprendido algo de su talento y en varios casos trabajar al lado de ellos.

Duele evocarlos, pero frente a ese pesar surge la satisfacción de disfrutar aún de amigas y amigos como mi hermano de oficio Pedro Alfonso García Hernández en cuyo periódico he pasado gratamente gran parte de mi vida profesional; Luis Arturo Luis, Efraín Klérigan, Héctor Sandoval, Ana Luisa García, Benito García Islas, Carlos López Arriaga, Daisy Herrera, Reyna Luna, Francisco Rubio, Ramón Mendoza, Rosy Zertuche, Francisco Cuéllar, Celeste Alba Iris, Salvador Leal, Jorge Zamora, ItzchelMoreno, Oscar Pineda, Alejandra Uribe, Carlos Peña, Javier Terrazas, Raúl Terrazas, Tello Montes y tantos más que no tengo espacio para agradecerles que me conserven como amigo.

Dejo como cierre a mi actual casa editora, El Mercurio, con un afectuoso saludo a su Director General, Antonio Villarreal Saldívar. Ha habido malos, buenos y excelentes momentos, pero en todos ha dominado el respeto y la entrega a nuestra tarea personal y social. Ha sido y es una cálida experiencia laborar en este espacio.

A todos mis amigas y amigas que omito por mi ya flaca memoria y a quienes no incluyo en estas líneas porque laboran en otras trincheras pero son depositarios de mi afecto, les deseo para el 2023 no sólo el mejor año, sino que sea el inicio de la mejor etapa de sus vidas.

Un abrazo a todas y a todos. ¡Felicidades!

Twitter: @LABERINTOS_HOY