Estando por finalizar el año, mi esposa me pidió hablara con nuestros nietos para invitarlos a reflexionar sobre la importancia de tener nuevos propósitos para el año 2024; no queriendo enfrentar un motín familiar, decidí hablarles de uno por uno; así es que empecé con Sebastián, el mayor de ellos, traté de adecuar mi lenguaje para que se sintiera cómodo olvidándome que ya no es un adolescente pues cuenta con 18 años; la conversación se llevó en estos términos: ¿Qué dice el mayor de mis nietos eh? Él me contestó secamente: Abuelo, antes de que empieces con tus sermones, dime ¿por qué eres tan feo? Recordando que hace unos años solía saludarme de esa manera, así es que, no me extrañó el comentario, de hecho, aprendí a contestarle en los mismos términos, así es que le dije lo siguiente:  Siempre me han dicho que tú y yo nos parecemos mucho. Entonces él se relajó y me dijo: Nada más te estaba tanteando y me da un abrazo, permitiéndome que le diera un beso en uno de sus acojinados cachetes. Le pregunté ¿Ya hiciste tu carta de buenos propósitos para el año nuevo? Y él me contestó: Acaso no sabes abuelo, que los tiempos han cambiado y ya quedó atrás esa tradición, ya no se puede prometer nada, hay que vivir al día, pero siempre disfrutando lo que se hace, sin presiones, todo a su tiempo, aunque he de reconocer, que aún me quedan vestigios de mi carácter impulsivo, pero la verdad, quiero comportarme ya más formal y eso incluye el ser responsable y respetuoso en todo lo que hago, de hecho me llevo mejor con Emiliano, con quien discutía constantemente por diferencias de criterio. Su respuesta me hizo sentir un poco obsoleto, me pregunté: ¿En qué momento aprendió todo eso? Intuí que no lograría transmitirle el mensaje de valores positivos que deseaba, pues él tenía su propio concepto de los mismos y entonces, él defendería su verdad, por lo que decidí ser más directo en mi discurso y le dije: Aunque te falta mucho por aprender, creo que vas por buen camino.

En seguida hablé con Emiliano, él es todavía un adolescente, así es que difícilmente logré captar su atención, sobre todo porque ahora me presumió su nuevo celular y después de pasar un poco más de 15 minutos escuchando todas las aplicaciones de su teléfono inteligente le dije: Emiliano, no dejes de usar tu inteligencia natural, existen cosas más valiosas que tener un celular de lujo.  Mi nieto volteó a verme y me dice: Abuelo has tenido el privilegio de tener tu propio sastre para tus trajes. Le respondí la verdad en una ocasión lo tuve, pero era el sastre que le hacía los trajes a tu Bisabuelo, él era de Monterrey, su marca era Barragán, quien un día vino a Cd, Victoria y me padre me llamó para que me tomaran medidas, pues tu abuela María Elena se iba a graduar de maestra y yo sería su chambelán. Ya ves abuelo eso que comentas es una especie de lujo y yo me lo daré más adelante; imagino que te has de haber visto muy elegante. Tu abuela, en aquel entonces decía que sí, que me veía bien, pero ese traje hizo historia, pues con él se casaron la mayoría de mis hermanos; así es que ha de haber sido de buena tela para aguantar tantos remiendos. Bueno abuelo y para qué me querías. La verdad ya se me olvido le respondí a Emiliano; más adelante si me acuerdo platicamos.

Después de reflexionar un poco, decidí ya no continuar las entrevistas, pues ahora, además, a la fatiga crónica, se les sumaba a mis propias quejas, un sentimiento de culpa por las promesas incumplidas, pues mis promesas de antaño tenían mucho que ver con ser un buen hijo, un mejor hermano, un buen estudiante, un buen profesionista, un buen padre y el tiempo me ha llegado para ser un buen abuelo, y la verdad, aunque me he esforzado un poco o un mucho, sigo quedando insatisfecho con ello, porque ahora sé que nada en este mundo se mueve sin la voluntad de Dios Padre, y yo sólo soy uno de sus muchos hijos en la tierra.

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