La Iglesia Católica sigue celebrando el tiempo de Pascua, celebración de la Resurrección de Cristo, centro de la fe
Y en este séptimo domingo de Pascua celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor.
La Ascensión cumple una doble función en el contexto de la Pascua: primero, corrobora y valida la Resurrección de Cristo; segundo, constata y da inicio la misión encomendada a los discípulos y los seguidores del Señor Jesús.
En el texto evangélico de este domingo, Mc. 16:15-20, se muestra cómo Jesús, antes de partir, se aparece a los once apóstoles y les confía una misión: “Vayan a todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura”.
Jesús termina su misión en la tierra: ha formado una comunidad para que viva según sus enseñanzas y para que lleve a todos los seres humanos la Buena Nueva. El tiempo del Hijo termina para dar paso al tiempo del Espíritu Santo, a través de los seguidores.
En la primera lectura de la misa dominical tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, San Lucas comienza recordando la promesa del Señor de enviar al Espíritu Santo. Enseguida, narra de manera sencilla el acontecimiento de la Ascensión y termina con un llamado a mirar la realidad: “Galileos, ¿Qué hacen ahí mirando el cielo?”
Para trabajar por el Reino de Dios es necesario dejar de mirar al cielo, no depender de las ausencias ni de los ausentes, sino mirar al mundo y adentrarse en la realidad. Ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, “volverá como lo han visto alejarse”. En realidad ya ha vuelto en cada persona, en cada niño o anciano, desposeído o enfermo.
En la segunda lectura tomada de la carta a los Efesios, San Pablo hace una exhortación: “Lleven una vida digna del llamado que han recibido”: Poner los pies sobre la tierra y ser amables, compasivos, soportarse con amor y esforzarse por vivir unidos, pone en claro el fundamento de la vida según el Evangelio: “Un solo Señor; una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que reina sobre todos, actúa a través de todos y vive en todos”.
De la Ascensión del Señor Jesús, se derrama la gracia: “cada uno de nosotros ha recibido la gracia en la medida en que Cristo se la ha dado; Él fue el que concedió a unos ser apóstoles; a otros ser profetas; a otros, ser evangelizadores; a otros, ser pastores y maestros; para llegar a la plenitud de Cristo”.
Se puede orar con las palabras de la oración de la misa dominical: “Te rogamos nos concedas, Dios todopoderoso, que al reafirmar en este día, nuestra fe en la Ascensión de tu Unigénito, nuestro Redentor, nosotros vivamos también con nuestros pensamientos puestos en las cosas celestiales”.