¿Acaso puede evitarse que el agua clara de los tranquilos ríos de la vida, se enturbie después de la tormenta? A qué viene esa pregunta, admirado tío; a que es sumamente difícil que un ser lastimado por las circunstancias adversas, pueda tener una buena salud mental. Sigo sin entender lo que tratas de decirme ¿Acaso yo te he defraudado sin desearlo y sin sentirlo, y con éste lenguaje reflexivo tratas de reprochármelo? Ni una cosa ni otra querido sobrino, no te pongas a la defensiva, debes de entender apreciando la realidad, dime qué estás viendo en este momento. Pues te veo sentado en tu sillón consentido, disfrutando de un clima fresco en esta hermosa tarde de primavera. Si me ves de esa manera, ¿por qué te sentiste aludido con las profundas invocaciones reflexivas que elevo a los cuatro vientos? ¿Acaso has sido lastimado por alguien? No tío, yo sólo vengo a saludarlo y a preguntarle si va a salir de vacaciones esta Semana Santa. Quiero entender que tu visita obedece a que adjunto al saludo agregarás una invitación para incluirme en tus planes de paseo. La verdad, sí tío, quiero invitarlo de corazón. El tío se sintió muy alagado y hasta pude ver cómo de sus ojos asomaron un par de lágrimas, que de inmediato retiró muy despistadamente con sus manos, alegando que el viento que corría por esos parajes secos siempre arrastraba un polvillo muy fino. Si tío, continué diciéndole, vengo a invitarlo, ya es tiempo de que salga de paseo y qué mejor que lo haga con su familia.
Al tío lo respetamos mucho, finge tener un carácter frío y rudo, pero yo que lo conozco de siempre, sé que es puro corazón.
Sin decir nada el tío Tiótimo, se paró de su sillón y se retiró, se dirigió al interior de su casa, imaginé que lo hacía porque quería estar a solas por unos momentos para poder llorar a sus anchas, pero, apenas habían pasado 5 minutos y regresó con una maleta de lámina en la mano, su sombrero en la cabeza, su paliacate rojo amarado al cuello y calzando un par de botas vaqueras en las cuales podía apreciarse el poco uso que les daba, entonces dijo: Vámonos pariente, ya estoy listo. Sorprendido le contesté: Tío, faltan 10 días para la los días santos. No importa sobrino, me quiero ir desde ahorita para irme adaptando en tu casa y no me afecte emocionalmente el cambio de residencia. Dicho lo anterior, mejor ya no seguí dándole explicaciones, por aquello de evitar lastimar sus sentimientos y con ello su lábil salud mental.
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